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Por JOAQUÍN SÁNCHEZ / Estamos inmersos en la Semana Santa, fiestas llenas de cofrades y tronos que con sus imágenes reflejan el relato bíblico de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. En todos nuestros pueblos se realizan multitudes de procesiones, donde miles de personas participan.

Nuestra sociedad está catalogada de católica, no sólo por la Semana Santa, sino también por la Navidad, por las fiestas patronales, las devociones populares… A esto hay que unirle todas las encuestas que indican que ante la pregunta si eres católico se responde mayoritariamente que sí, aunque se apostilla que no practicante, que se traduce por no asistir a las misas dominicales. Además, muchos de nuestros políticos, sobre todo los de derecha, afirman la fe católica, y algunos partidos políticos también se definen como humanistas cristianos.

Todos estos datos hacen que se llegue a la conclusión que vivimos en un país católico y ante esto me hago algunas preguntas.

Si nuestro país es católico, ¿cómo es posible que se haya producido miles de desahucios que han dejado a muchísimas familias en la calle y abocadas a la pobreza?

Si nuestro país es católico, ¿Cómo es posible que las reformas laborales se aprueban con el objetivo de facilitar el despido de los trabajadores, lo cual supone el destrozo de personas y familias que cada día se les hace insoportable y ante el presente que viven y el futuro que les espera buscan en el coñac y el orfidal una evasión?

Si nuestro país es católico, ¿por qué se deja fuera de la cobertura sanitaria a personas inmigrantes y se les encierra en los Centros de Internamientos de Extranjeros (CIE) sin derecho al amparo jurídico por no tener los papeles regulados o incluso se quiere penalizar a los que les ayuden con la reforma penal?

Si nuestro país es católico, ¿por qué las personas pasan hambre, buscan en los contenedores y miles de niños no pueden desayunar o cenar? ¿Por qué una madre sólo le puede dar un vaso de leche a su hijo por la noche y ante la insistencia de que tiene hambre sólo le queda llorar amargamente y en silencio?

Si nuestro país es católico, ¿por qué se han reducido las prestaciones en la Ley de Dependencia que están suponiendo que nuestros mayores estén muy mal atendidos por falta de medios económicos, produciéndose una eutanasia social?

Si nuestro país es un país católico, ¿por qué se han suprimido ayudas y subvenciones a los colectivos más desfavorecidos, entre ellos los discapacitados?

Si nuestro país es católico, ¿por qué se reduce la protección social a las familias y personas en un momento que más se necesita el Estado de Bienestar para garantizar la dignidad humana?

Si nuestro país es católico, ¿por qué existe una corrupción indecente e insoportable a todos los niveles, siendo dolorosos cuando se dan en la clase política y a la monarquía?

Si nuestro país es católico, ¿por qué los que han causado esta crisis, los banqueros y políticos cómplices, no la están pagando y los que no la han causado la están pagando en condiciones de vida?

Si nuestro país es católico, ¿por qué han aumentado las desigualdades sociales de tal manera que una minoría posee la mayoría de la riqueza? ¿Por qué existen tres millones de españoles en la pobreza severa? ¿Por qué no se apoya a los países del sur?

Si nuestro país es católico, ¿por qué tener un trabajo se ha convertido en un privilegio y no en un derecho? ¿Por qué existe una tasa de paro mayor del 26%?

Si nuestro país es católico, ¿por qué se producen recortes en los servicios públicos, lo cual vulnera los derechos sociales, abandonando a los más pobres?

Si nuestro país es católico, ¿por qué hacemos de la propiedad privada algo sagrado y en cambio la dignidad de la persona queda a merced de la avaricia de los más poderosos?

Si nuestro país es católico, ¿por qué los políticos se vanaglorian de que no les tiemblan las manos contra los ciudadanos para condenarlos a la precariedad y la pobreza y nuestros obispos callan? ¿Por qué los políticos mienten y manipulan y amenazan?

Podríamos seguir con más interrogantes, pero la conclusión es que nuestro país no es católico, sino capitalista, con políticos al servicio de los grandes capitales y obispos que callan ante las injusticias.

Si nuestro país fuera católico estas realidades no se darían o en un grado menor. Tal vez lleve razón aquella persona que decía que en España había muchos católicos pero pocos cristianos. O somos Buena Noticia para los pobres o estamos al servicio de los que tienen el dinero. Hay que optar.