Por JUAN GARCÍA CASELLES / Cada vez es más frecuente oír de labios de nuestros “sabidos” gobernantes que es necesario privatizar servicios porque lo público no funciona, como si algo por ser público, por una extraña maldición de algún nigromante enemigo de la patria, o por una maldad intrínseca e insubsanable, o por no se sabe qué razón misteriosa, tuviese que funcionar necesariamente mal.

De ser así la cosa resultaría que la monarquía, el parlamento, los partidos, la policía, la guardia civil, los alcaldes, el jefe de gobierno, etc., que son públicos, deberían funcionar horriblemente y sería necesario privatizarlos, cosa con la que yo estoy de acuerdo, por lo menos en el caso de la monarquía.

Pero, si en vez de dar por hecho que lo público funciona mal, estudiáramos caso por caso, veríamos que la cosa no depende de ser público o no, sino de la gestión que se desarrolla en cada circunstancia. Por ejemplo, en algo que todos conocemos como es la enseñanza, el que un maestro sea bueno o malo no depende de si es de la enseñanza pública o de la privada, sino de las actitudes y la capacidad del maestro y de los medios materiales de que disponga.

Una empresa pública, como una oficina de la Administración, funcionan bien o mal según se gestione su funcionamiento y no por ninguna otra cosa. De lo que se llega a la conclusión de que si determinadas empresas, o centros de enseñanza, o servicios municipales, o servicios sanitarios, etc., funcionan mal, inadecuadamente, la
responsabilidad es de las personas que los dirigen, lo que nos lleva directamente o pedir la dimisión de todos los políticos responsables de ese sector, que son los que con su gandulería, o con su ignorancia, o con su interés particular (su avaricia), son responsables del mal funcionamiento de lo público.

Pero desde los tiempos de Felipe González aquí no se ha hecho más que privatizar las mejores empresas de que disponía el Estado, las más rentables, como Repsol, Endesa , la Telefónica, una buena parte de los grandes bancos, las cajas de ahorro, Iberia, la Renfe, Correos, etc. Si hoy siguieran en manos del Estado nos ahorraríamos una pasta gansa en lo del déficit público. A cambio solo hemos conseguido que en España haya más millonarios por metro cuadrado que en los USA, por ejemplo. ¿Os acordáis cuando nos dijeron que quitando la Campsa íbamos a pagar más barata la gasolina?

Conviene aquí caer en la cuenta de que, al fin y al cabo, lo que se privatiza es aquello que permite obtener beneficios a la empresa privada a la que se adjudica o a la que se vende algo. Por eso los beneficiados con la operación suelen ser los parientes, los socios o los amigos del político privatizador que, de esta manera, se deja corromper como si no pasara nada. Es verdad que de principio no le pagan, ni le regalan nada, pero, pasado el tiempo, se le concede una prebenda en forma de consejero o directivo de alguna empresa de los beneficiados. Recordad lo de la sanidad en Madrid.

Al final, lo de privatizar no es más que otra forma, algo más sutil, de la corrupción generalizada propia del capitalismo, que, por si se os ha olvidado, es el sistema donde se compra a las personas, a veces por un salario de miseria.