Imagen tomada de http://definicion.de/plutocracia/

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Por JUAN GARCÍA CASELLES / O sea, plutocracia, gobierno de los ricos, y democracia, que no es gobierno del demonio, sino gobierno del pueblo. Esta es la cuestión griega, mejor dicho, la famosa lucha de clases que, en el capitalismo, es exactamente la oposición de intereses entre empresarios y trabajadores, y, por extensión, entre clases dominantes y clases subordinadas.

No se trata de inquina ni de malos sentimientos, no, es tan sencillo como que si un euro se va a las manos de los trabajadores no puede quedarse en manos del empleador. No hay manera humana de evitar este conflicto. Ni tampoco el más general de que si suministras a la totalidad de la población unos servicios estatales decentes, no queda dinero luego para subvencionar los debilitados negocios de los ricos.

Así que esta es la clave de la crisis griega y de los famosos recortes, que no es que haya que recortar para evitar el déficit (y la prueba es que el endeudamiento de los estados no hace más que crecer, sobre todo si hay recortes, como se ha visto), sino que hay que recortar para que queden más fondos públicos a disposición de la patronal y sus negocios y esto es todavía más evidente cuando lo que se predica para reducir los déficits no es que los políticos dejen de gastar a lo burro, ni que dejen de comprarse chismitos supercaros para la guerra, ni que paguen los ricos lo que en justicia y legalmente les corresponda, sino que, pásmense, lo que se pide es que bajen los salarios (especialmente el salario mínimo) y las pensiones. Naturalmente, si la mano de obra sale más barata porque se les paga menos y se destina menos dinero a las pensiones, el beneficio empresarial aumenta. Es cosa de matemáticas.

Las políticas absurdas, violentas e inhumanas impuestas por los grandes empresarios a todo el mundo, y ahora en Europa, desde que los de la escuela de Chicago, el Reagan y la Dama de hierro descubrieron que el comunismo no era ya peligroso, solo les han beneficiado a ellos, mientras que han significado un aumento de la desigualdad social, tanto en Grecia, como en España o en USA y dondequiera que se hayan aplicado tan venenosas memeces.

Pero es que esto es capitalismo, sin más. El capitalismo es partidario de la democracia en la política, pero no en la economía. Eso sí, para que todo transcurra en paz y armonía, la democracia debe consentir que los capitalistas sigan con sus negocios, compren a quien haga fata y puedan acumular sin ningún límite, así como que el poder público controle estrechamente a los de abajo, mientras mira para otro lado cuando se trata de los desafueros del capital. Si los demócratas se pasan de la raya y pretenden cercenar la omnímoda libertad de empresa y su explotación, la democracia terminará por irse al cuerno. Recordemos Chile con Allende o nuestra República. Y esa es la clave de nuestra cacareada transición. Recordad los pactos de la Moncloa.

¿Y por qué la gente aguanta sin apenas rechistar? Pues porque somos así. Si se pregunta al personal qué prefiere, si vivir en libertad o ser rico, te dirán que eres tonto, porque la única libertad en este mundo en que vivimos es la de los ricos. Así que ya sabéis lo que preferimos. A ver si hay suerte y nos toca la lotería.