No importa
que el mozo fuerte vuelva viejo… si al cabo
hoy vuelvo rico y poderoso (Los Gavilanes)

Por JUAN GARCÍA CASELLES / Es ésta una sociedad sugestionada por el poder. Nada que objetar, porque el poder es el vector de la evolución en los animales superiores, ya que el poder es el que garantiza, no solo la supervivencia individual, sino, sobre todo, la continuidad de la especie, porque no solo sirve para defenderse de los ataques de los depredadores, sino, fundamentalmente, de la competencia de otros individuos de la misma especie y de otras especies que compiten por el espacio vital o por los alimentos.

Animalitos somos y no conviene renegar de nuestra propia naturaleza si queremos entendernos y entender lo que pasa.

En general, en las especies animales más cercanos a nosotros, las que consideramos superiores, el poder desempeña un papel crucial en la reproducción como muy bien sabe cualquiera que sea aficionado a los documentales sobre la fauna.

Las hembras, con buen criterio, eligen a sus compañeros machos en función del poder que exhiben (forma física, fuerza, belleza, salud, agresividad, violencia, valor, astucia, etc.) y, al mismo tiempo, sabedores por instinto de que esas son las dotes que emocionan a las hembras, los machos solo pueden obtener la recompensa a su necesidad de reproducirse y el placer que ello comporta entrenándose para adquirir o perfeccionar (o por lo menos simular).las cualidades que les permitirán reproducirse.

Es verdad que entre los humanos las cosas cambian, que para eso tenemos (o deberíamos tener) inteligencia. Pero si nos fijamos en la práctica hasta nuestros días veremos que el instinto permanece en gran medida y cómo el príncipe azul preferido por las jovencitas en edad de merecer (y deseado por sus mamás) es un joven alto, guapo, rico, fuerte, poderoso, agresivo, con éxito social, valiente y audaz. Los débiles, feos, tiernos, sensibles, pacíficos, etc., lo tienen crudo y difícilmente se comen una rosca.

En estas condiciones lo lógico es que la selección produzca machos cada vez más machos cuyo representante mas genuino sería quizás el ejecutivo agresivo de nuestros días (que a lo que más se parece es a un John Wayne pulido y maqueado).

No se piense nadie que pretendo echar la culpa a las mujeres de sus propios males, porque estoy hablando tanto del poder de cada uno como de tendencias inconscientes tanto de hombres como de mujeres que terminan llevando a la catástrofe en la que los hombres son los asesinos y ellas las víctimas y eso no tiene vuelta de hoja.

Quizá todo esto no sea más que un delirio senil (tontunas de la edad), pero, por si las moscas, me parece que sería conveniente entrar alguna vez a examinar las relaciones internas de la pareja, su postura frente al poder, las agendas conscientes e inconscientes de ambos miembros y la podredumbre que los intentos de dominio de uno sobre el otro y viceversa terminan produciendo y cómo la violencia de los machos acaba por estallar cortando el nudo gordiano con la muerte de la mujer un día sí y otro también y cómo en los países más avanzados del capitalismo, la violencia, no solo no desaparece, sino que con frecuencia aumenta.

A estos efectos lo del pacto de estado es tan eficaz como la danza del brujo para atraer la lluvia, porque ya me diréis de que sirven cientos de leyes contra el que va a matar a su mujer con el designio de suicidarse a continuación. A ver si nos enteramos de que obra bajo la presión incontrolable de un instinto inconsciente (y con esto tampoco quiero exculpar al victimario).