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Por JUAN GARCÍA CASELLES / Hoy, día de San José, con las fallas ya listas para el fuego, mas allá de bandas, petardos y tracas, echo mi vista a andar por el mundo, y ¿qué veo? Trump, Shinzo Abe, Putin, Merkel, May, Macron, Rajoy, todos de derechas y partidarios acérrimos del capitalismo en todas sus manifestaciones, así como el FMI, la OCDE, el Banco Mundial, el Banco Central Europeo, el G20, la OTAN, lo mismo de lo mismo, el ya casi eterno Li Keqiang, líder del PC Chino y que dirige una economía cuyo parecido con la de la Alemania nazi es cada vez mayor, los nuevos dirigentes de Brasil, Argentina y Chile, la agonía de Maduro, el hundimiento, con la “desinteresada” colaboración del occidente capitalista, uno tras otro de los gobiernos más o menos progresistas del mundo árabe, el mantenimiento de los emires del petróleo o de Paul Kagame en Ruanda, etc., etc., todo el universo mundo está bajo el dominio de un capitalismo aplastante.

En la segunda mitad del pasado siglo apareció aquello del capitalismo de rostro humano, el neocapitalismo, pero en cuanto el comunismo soviético implosionó por el colapso de una economía obligada a competir en todo y especialmente en el gasto militar con los llamados países occidentales y el miedo al comunismo desapareció, los empresarios se olvidaron para siempre de su apariencia bonachona y volvieron (y en
eso están) a sus viejas prácticas de explotación sin límites ni frenos para continuar con su amada acumulación del capital.

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En esta situación, mientras el capitalismo campa por sus respetos en toda la tierra y los poderes públicos (los estados) difícilmente pueden oponerse a sus exigencias o a sus caprichos, la izquierda más o menos bobalicona se ciñe a sus problemas locales y localistas, lo que inevitablemente la lleva de fracaso en fracaso.

Mientras no aparezca una alternativa mundial a un poder también mundial, el capitalismo seguirá creciendo tan campante y los tontos de turno seguirán echándole la culpa de sus problemas a su Rajoy correspondiente.

A ver si nos enteramos: los problemas no se producen por la incompetencia de los políticos (que también), sino por el dominio y poder del capital al que ningún político en su sano juicio intentará oponerse. Y si lo hace, ya lo veis, terminará como cualquier izquierda de hoy en día.

Es que no es la derecha, ni el liberalismo, ni la carcundia clerical, ni el centralismo, ni el neo-franquismo, ni Bruselas, ni Madrid y ni siquiera el fascismo, es el capital y sus detentadores, servidores y acólitos.