Domingo, 20 de enero 2018 / Isaías 62, 1-5; Salmo 95; 1ªCorintios 12, 4-11; Juan 2, 1-11.  

Por JOSÉ LUIS BLEDA / Ya pasó San Antón, los niños han vuelto a los colegios, los mayores a sus trabajos, volvemos a la normalidad, a lo cotidiano, a lo ordinario, en la Liturgia de la Iglesia se vuelve al color verde, que no se usaba desde noviembre, aunque el Evangelio de este domingo, tomado de Juan, y no de Lucas. al que seguimos durante este ciclo, continúa la línea de los relatos de los Magos y del Bautismo de Jesús. Así, el 6 de enero celebrábamos que Dios, en el Niño Jesús, ha nacido para todos los pueblos, tal y como lo manifiestan los magos que siguiendo su estrella dejan su tierra para buscarlo y adorarlo, en el Bautismo, la voz del Padre, entre las nubes, nos dice que el hombre Jesús es el Hijo de Dios, el Amado, el predilecto, hoy, María, la madre de Jesús nos dice: “Haced lo que él os diga”, y Jesús hará el primer milagro con el que se nos muestra como el Dios que ha nacido, el Amado, el que puede darnos lo que necesitamos, culmina así la Manifestación de Dios en Jesús de Nazaret, a partir de este domingo podemos recorrer la historia de Jesús hasta llegar a su Pasión y Resurrección que celebraremos en abril.

Jesús se manifiesta, o mejor dicho, Dios se manifiesta en medio de nosotros en Jesús de Nazaret… entonces, nosotros, yo que he sido testigo, creo que Jesús nació, fue adorado por los Magos y los pastores, que en su Bautismo el Padre lo llamó Hijo Amado, y me invitó a escuchadlo, y que en este milagro de la conversión del agua en vino es capaz de cambiar lo que me ahoga (el agua) en fuente de alegría (vino), ¿qué debo hacer? ¿qué debemos hacer?

Las lecturas nos lo indican: en primer lugar, por amor, por amor al pueblo, a los demás, no callar, contarlo, hablar de lo que creemos, comunicar a todos que Jesús está entre nosotros. ¿Puede uno considerarse hincha del Real Madrid o del Barça y no decirlo? ¿Cómo es posible ser seguidor de Jesús de Nazaret y no decirlo? Tenemos que contarlo, decirlo, no solo con nuestras palabras, sino con nuestras obras, con nuestro modo de vivir, que debe reflejar que nadie está solo, queda abandonado, es excluido. El salmo 95 que proclamamos como responsorial profundiza en esta necesidad de contar, y, la hace universal, debemos contar las maravillas del Señor a todas las naciones, a todas las familias, de todos los pueblos, nadie debe quedar excluido, nadie debe quedar sin saber quién es Dios y lo que ha hecho.

En segundo lugar, para que nuestro relato sea creíble, debemos poner nuestros dones, nuestras capacidades al servicio de los demás, lo cuál nos debe llevar a la necesidad de reconocer que necesitamos de los otros, yo puedo hacer algo, sirvo para algo, pero lo que puedo hacer y para lo que sirvo tengo que hacerlo en función y en bien de los demás, el Espíritu lo he recibido, se me ha dado para los demás, y, al mismo tiempo, yo no puedo hacerlo todo, necesito de los demás que también sirven, también saben hacer algo, incluso muchas cosas las hacen mejor que yo, y sin ellos no es posible que todo funcione, que todo vaya bien, que la Iglesia, el Reino se construyan y crezcan.

Esto se resume en el Evangelio con la frase de María: “Haced lo que él os diga”. Son una de las pocas palabras que recogen los Evangelios de María, están las de la Anunciación y las que le dice a Jesús cuando lo encuentra en el Templo, según el Evangelio de Lucas, y estás del Evangelio de Juan, que resumen y condensan al mismo tiempo todo lo que tenía que decirnos: ¿queremos que no nos falte alegría, que no falte el vino, que nuestra vida tenga sentido? “Haced lo que él os diga”. Y, aunque nos parezca un sinsentido, no tenga lógica, si lo hacemos, podemos conseguir un buen vino, podemos dar sentido a nuestra vida, y, a la vida de los demás.
Hagamos lo que él nos diga.