Por JUAN GARCÍA CASELLES / Nuevamente, los muy famosos y no menos despiadados mercados persiguen a la deuda soberana española. Cuando mandaba (o lo que fuera) Zapatero, se decía, o se dejaba creer, que la cosa era porque era un revolucionario radical que amenazaba las propiedades y el capital de las buenas gentes de derecha de toda la vida y que cuando llegara el Rajoy todo eso se iba a acabar. Y así lo creía él mismo y lo pregonaba una y otra vez, porque parecía un contrasentido que los ricos persigan a quien les protege.

Pero no era cierto, ni entonces ni ahora. Ni entonces, porque Zapatero (recordad sus entrevistas con los grandes capitalistas en Madrid o en Nueva York), mal que les pese a mucha gente, demostró ser un servidor del capital, aunque quizá no tan fiel como Rajoy y el PP. Ni ahora, porque al capital le importan un comino sus servidores, ya sean currantes, curas, periodistas, profes o políticos, y cuando llega el momento de elegir entre el servidor y el euro, con rara unanimidad eligen la pela, y mandan al fiel servidor al paro, o al infierno mismo si es preciso.

Pero ¿por qué atacan ahora? Según unos, muy interesados ellos, porque se tarda mucho en hacer la reforma financiera y apuntan, como el que no quiere la cosa, que la única solución es regalarle a los bancos cincuenta o cien mil millones de euros, que tampoco es tanto dinero para una gente tan necesitada de él. Con ello se acabarían las dudas sobre la solvencia de la banca española, aún enganchada en la burbuja inmobiliaria.

Otros, también interesados, como el Guindos, dicen que la cosa está en el débil crecimiento de la economía europea y en una “desafección” del Banco Central Europeo, que ya se sabe desde los buenos tiempos del franquismo, que en Europa no nos quieren y ahora menos porque les ganamos al fútbol.

Los más dicen que hay que acelerar las reformas y llegar hasta el fondo con la reforma laboral, que debe aclarar de una vez por todas cómo se venden y se compran los esclavos, que es ésta una materia no regulada y muy necesaria para un crecimiento firme de la economía y una progresiva desaparición del paro que dejaría de existir milagrosamente cuando desparezcan los trabajadores por cuenta ajena y ya todos trabajen en régimen de esclavitud, con lo que nos ahorraremos una pasta en jubilaciones, que ya no serían necesarias.

Pero todo esto son cantares de sirena que pretenden embaucar al pueblo soberano. La cruda realidad es que los mercados no son tontos y saben que con la reforma laboral y los presupuestos nuestra economía irá de mal en peor y no se sabe cómo podrá España pagar una deuda que sigue creciendo sin ninguna perspectiva futura de remedio. Saben también que es necesario aumentar el gasto, el déficit y los impuestos, acabando con el fraude fiscal, la economía sumergida y los privilegios de los grandes terratenientes.

Y no lo digo yo. Lo han anunciado gentes de la Reserva Federal de USA, del New York Times y del Financial Times. ¡Hala, a ver si encontráis profetas mejores que éstos!