Otro artículo de «El Rincón de Caselles»

Por JUAN GARCÍA CASELLES / Cuando Aznar, prometiendo sacarnos del rincón de la Historia y acabar con el felipismo, ganó las elecciones en el 96, los peperos, llegados que fueron al gobierno, observaron, no sin cierta admiración, como la economía se recuperaba sin más ni más, y después de darle vueltas al caletre llegaron a la única conclusión posible. Puesto que no habían hecho nada para que la economía empezara a crecer, estaba claro que la economía crecía simplemente porque ellos estaban en el poder y lo racionalizaron diciendo que la cosa estaba en que su sola presencia engendraba confianza en los agentes económicos (léase en los empresarios) y por ese solo motivo la economía crecía día tras día.

No supieron, o no quisieron, darse cuenta de que la economía andaba por aquellas fechas en la fase ascendente de ciclo, tanto en España como en el resto de Europa, y que, efectivamente, bastaba con dejar las cosas a su aire para que la economía subiera. Verdad es que ni ellos ni los sociatas, aprovecharon la ocasión para sanear tanta mierda como heredamos del franquismo, incluida la corrupción.

Basándose en tan gratificante experiencia, coligieron que si volvían al poder las cosas se arreglarían solas y por eso, y porque son así de listos, anunciaron a bombo y platillo que, en cuanto llegaran a los sillones, creadas que fueran las certidumbres y las confianzas necesarias, la economía empezaría a crecer sin más ni más.

Pero hete aquí que llegaron y tomaron las medidas apropiadas para hacer más ricos a los ricos a costa de que los pobres se volvieran más pobres, que era ésta una vieja receta del más clásico de los neoliberalismos, pero sin resultado aparente. Así que, perplejos como estaban, acudieron al consultorio de los brujos económicos de más nombradía (a los que dos años atrás había ido el defenestrado Zapatero para informarse de lo que debería hacer, sin darse cuenta de que le buscaban la ruina), y les aconsejaron que siguieran a pies juntillas la fórmula de Merkel, que era la mejor, porque solo había que ver lo bien que le iba a Alemania.

Pusieron manos a la obra y recorte tras recorte, decretazo tras decretazo, se dedicaron a hundir la economía española en el proceloso océano de las finanzas internacionales, se cargaron las pocas esperanzas de crecimiento económico y pusieron en alerta roja a los famosos mercados, que ven cómo la otrora poderosa España no podrá pagar sus deudas porque cada vez se produce menos, se consume menos, aumenta el paro, baja la confianza en la banca, se hunde la Bolsa, sube la prima de riesgo, y desaparece incluso el trabajo de los inmigrantes sin papeles y baja el nivel de vida de todo quisque, excepto los de siempre.

Y cada vez que el viernes aprueban otra animalada, se van corriendo a Bruselas, donde les dan una palmadita para que no se desanimen y les exigen hacer otro recorte para seguir apretando el dogal que nos asfixia.

Lo malo no es que sean mentirosos (que lo son) y torpes, (que también), lo malo es que nos llevan a la ruina sin remedio.