Por JUAN GARCÍA CASELLES / Él mismo lo ha dicho. Lo que le obliga a no cumplir su programa electoral es la realidad. Si no fuera por esa realidad insoslayable, él seguramente cumpliría lo prometido. Pero ocurre que la realidad a la que se refiere no es la de la transparencia del diamante, ni tampoco la berrea de los ciervos ahora dentro de poco, ni la prepotencia de los USA, ni siquiera de la propiedad conmutativa de la multiplicación. La realidad a la que se refiere es la persistencia de la cosa esa llamada crisis del euro (que no está en crisis), también conocida como crisis de la deuda soberana, que consiste en el ataque despiadado de la burguesía mundial contra el Estado de Bienestar, o sea, el nivel de vida de los trabajadores europeos, que viven, según los oligarcas, muy por encima de sus posibilidades, así que han decidido meterlos en cintura y, aprovechando lo de la deuda pública y el déficit presupuestario producido por la locura aquella de la bajada de impuestos (que hasta era de izquierdas), cuyo déficit, según dicen, no puede ser reducido precisamente por el correspondiente aumento de los mismos impuestos que antaño se bajaron.

Pues bien, la realidad no ha cambiado en el último año y pico, desde que Zapatero allá por el mes de mayo, se quitara la careta poniendo al descubierto su sumisión al capital.

Así que pueden pasar dos cosas: Una, que Rajoy cuando iba pregonando su programa no se enterara de la realidad, de lo que estaba pasando, cosa difícil porque venía en los titulares de la prensa un día sí y el otro también, o, quizás, que sí lo supiera y se hiciera el longuis.

En el primer caso se trataría de que Rajoy es mucho más lerdo de lo que parece, que no es poco.

En el segundo, se trataría de que es un sinvergüenza redomado, que para lograr su triunfo en las elecciones ocultó deliberada y torticeramente que su programa era de imposible realización, pero siguió adelante como si nada.

Este es su problema, o elige que es tonto, o elige que es un sinvergüenza.

Yo, personalmente, me inclino por la tontería supina del hoy presidente. Claro que puedo equivocarme y resultar que no tiene moral, o las dos cosas a la vez, que todo puede ser. Pero, me llama la atención con qué facilidad un tonto o un charlatán puede convencer a un pueblo entero sin mayor problema.

Y, la verdad, no siento ningún orgullo de pertenecer a un pueblo así. Eso sí, para los que no se sientan españoles, que repasen la lista de sus líderes. O sea, mal de muchos, consuelo de tontos.