Por JOAQUÍN SÁNCHEZ / Quisiera empezar este artículo dando un abrazo a Carlos, que fue golpeado brutalmente [el 14N en Murcia] por algunos policías nacionales cerca de El Cortés Inglés. Fue un hecho realizado desde la irracionalidad y el rencor. Le pregunté cómo se encontraba por dentro y me contestó que su corazón no sentía odio, que estaba contento porque la verdad se estaba abriendo paso y que iba a seguir luchando por un mundo justo y humano, porque ese mundo justo y humano es posible. A los que le agredieron, decirles que se miren en el espejo y que piensen y reflexionen en lo que han convertido sus vidas, siempre se está a tiempo de cambiar. La cultura, mejor dicho, la subcultura de los gimnasios es un problema para una policía que quiera estar al servicio de los ciudadanos y sea reconocida y valorada por sus actitudes y comportamientos.

Dicho esto con todo el sentimiento a flor de pie, hay que afirmar que nuestra Región de Murcia sigue activa en las movilizaciones. Hemos vivido la marcha contra el paro, la precariedad y los recortes sociales, hemos participado desde hace años en las plataforma para impedir los desahucios y hemos colaborado en la huelga general en la Europa del sur, que ha sido laboral y social. Son movilizaciones que expresan un grito unánime: Estamos hartos que pisoteen nuestros derechos, que nos vean como mera mercancía, que sólo le sirvamos para incrementar las cuentas de resultados, que nos desprecien diciendo que queremos vivir de las prestaciones y que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, que nos consideren mano de obra barata para incrementar sus beneficios, que seamos deudores de algo que nosotros no hemos generado y nos dejen sin futuro para que ellos sigan enriqueciéndose, en definitiva, estamos hartos que nos hagan sufrir en el día a día y nos roben nuestro futuro.

Es la voz de un pueblo que no entiende que para salvar las deudas de los banqueros entre ellos, estén sacrificando a toda la ciudadanía, que estén destruyendo el empleo, cercenando los servicios públicos, recortando las ayudas sociales necesarias para vivir lo más dignamente posible a todos los colectivos, entre ellos los mayores y los que tienen dificultad de movilidad, los enfermos y un largo etcétera. ¡Qué duro es ver a muchos diputados aplaudir medidas de recortes que van a afectar a muchas familias y los va a empobrecer cada vez más! No tienen corazón ni siquiera un mínimo de educación. A los ciudadanos les dicen que tienen que pagar sus deudas, ¿por qué no pagan los bancos o los partidos políticos sus deudas? ¿Por qué se las tenemos que pagar la ciudadanía?

Ante esa voz de miles de personas de protestas, unas públicas y otras silenciosas, nuestros representantes políticos nos dicen que van a seguir igual, que no hay otro camino, que no es otro que privatizar los beneficios y socializar las pérdidas. Cuando nos dicen que no hay otro camino, como afirmó el ministro de economía Luis de Guidos, nos están diciendo que ellos van a seguir sirviendo a los financieros y a las grandes fortunas y que nos debemos resignar al destino que ellos han establecido, cuya voz viene a través de la temible Troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional), que unidos a los gobiernos de turno forman los cuatro jinetes del Apocalipsis.

No es de extrañar que no hayan cambiado la Ley Hipotecaria y las medidas aprobadas sean sólo un parche, que sólo alarga la agonía de algunas familias. Por eso pregunto: Banqueros y políticos cómplices, ¿cuánto dolor y muertes necesitáis más para saciar vuestra codicia? ¿No hay nada que os ablande el corazón?

Quieren acallar las voces de la gente, mostrando indiferencia para que las personas que luchan pierdan todas las esperanzas y criminalizando las protestas, para crear un clima de miedo, pero olvidan que da más miedo cuando no puedes dar de comer a tus hijos o te quieren echar de tu vivienda, por eso la gente cada vez es más valiente.

La corrupción es su moral y no les importa nada la vida de la gente ni sus condiciones de vida. El dinero es su Dios y el acaparamiento de la riqueza es opción de vida. No creen en la democracia, practican el despotismo ilustrado, y sólo se aferran al voto porque piensa que el voto les legitima, cuando mucha gente que les vota está en desacuerdo con muchas medidas que han tomado o les critica que no haya tomado otras, como sería el caso del cambio de la Ley Hipotecaria. Son vanidosos y se creen dioses.

Se manifiestan obreros de las empresas, desahuciados, personas vinculadas a las ONGs de todos los sectores, médicos, maestros, estudiantes, abogados, procuradores, policías y guardias civiles  -¿También son el enemigo?- empleados públicos de todas las consejerías, autónomos, pequeños y medianos empresarios… Ante esto, queda resistir y luchar por una democracia real y moral ya.