Por JUAN GARCÍA CASELLES / Ahora viene “el cabrón”, que así le conocían sus amigos, y les da un buen lote de sus papeles a los enemigos de sus antiguos colegas. Eso sí, por razones de seguridad personal luego lo desmiente. Los periodistas se ponen tan contentos porque ya tienen de qué rajar y todo es darle vueltas a los que cobraron y lo mucho que cobraron, pero nada de hablar de los que pagaron la juerga, de los generosos donantes.

Y esto empalma con la estrategia de Bárcenas. ¿Alguien se ha creído que es tonto o que, viéndose perdido, pone en marcha aquello de “muera Sansón y todos los filisteos”, llevándose por delante a todos su antiguos compinches? 

La realidad es que el problema no es si cobraron en negro o no, o si lo declararon a Hacienda o no, el problema es que estaban cobrando un dinero procedente de actos delictivos, del soborno que pagaban desde probos funcionarios como Ubaldo Nieto, presidente del Tribunal de Cuentas, hasta conocidísimos empresarios como el de Mercadona, de cuyos gloriosos consejos a los trabajadores podemos todos acordarnos.

Para entender lo que está pasando hay que dejar de contemplar a los politiquillos que se embolsaban la pasta para escudriñar la lista de los “generosos” donantes. Si, en vez de hablar tanto de Rajoy, se hablara más de los beneficiados por el soborno, las cosas se verían con mayor claridad.

En efecto, todo el conjunto de delitos fiscales del pagador que no retenía y de los avispados muchachos que no declaraban no va a ninguna parte porque los delitos fiscales están todos prescritos y, además, desenfocan el asunto centrándolo en lo accidental y olvidando la cuestión principal que es el delito de soborno no prescrito que se realizó entre los sobornadores, el Bárcenas, y los sobornados. Aquí está la madre del cordero y la gravedad terrible (penal y política) de los hechos.

Pero, ¡ay, Dios!, para procesar al Bárcenas y a los políticos implicados es necesario también procesar a los benefactores, que vienen a ser, no los bancos, sino los dueños de los bancos, que es peor. Y para eso haría falta al menos un fiscal con suficientes reaños y un juez al que no le temblaran las puñetas.

Si por algún lado se encuentra una pareja así, se ruega al personal que lo haga público. Mientras tanto, como a los sacrosantos emprendedores no los va a procesar nadie, Bárcenas se quedará en la calle, que es de lo que se trata. Recordemos casos como el de la doctrina Botín, o el de la exculpación de Jordi Pujol. No diréis que no es listo el cabrón.

Para instrumentar el caso los peperos pactarán con Rubalcaba algún tipo de contubernio que se convierta en lo de borrón y cuenta nueva, y, bien con el simple cambio de presidente, bien con un buen gobierno tecnocrático, le echarán tierra al asunto y ¡pelillos a la mar! ¡Ojalá me equivoque!

Y es que el problema de fondo no es que tengamos una democracia que es una mierda, sino que tenemos una burguesía fascista que lo tiene todo bien atado, como predijo el horrendo dictador. Y mientras la gente no se entere de quien es el enemigo, seguiremos entretenidos con las guarradillas de los políticos.