Recordamos el sufrimiento de la clase trabajadora, denunciamos las situaciones de precariedad, celebramos los testimonios solidarios de comunión y compartimos el Evangelio para que «otros tengan vida»
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Por HOAC DE MURCIA / Desde la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) de la Diócesis de Cartagena, en esta celebración del Día Internacional del Trabajo del Primero de Mayo, queremos recordar a tantos trabajadores y trabajadoras que han sufrido a lo largo de la Historia condiciones inhumanas de trabajo, que han perdido la salud o incluso la vida mientras sufrían los abusos de los empleadores o mientras reclamaban mejoras en unas condiciones de esclavismo. Desde aquel “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño, ocho horas para la casa” del 1 de mayo de 1886, muchos ejemplos de resistencia y lucha han permitido que el colectivo obrero y la sociedad en general avancen hacia un mundo de justicia, igualdad, paz y desarrollo.

También queremos denunciar las graves situaciones de precariedad, pobreza, exclusión y en suma, pérdida de dignidad que sufren en la actualidad cada vez más trabajadores y trabajadoras y sus familias. Ya hemos podido comprobar que no se trata de otra crisis económica más sino de la última fase del capitalismo en su camino de expansión global: un ataque planificado y dirigido a redistribuir la riqueza desde la mayoría humilde obrera hacia la clase dominante minoritaria, aplicando la despiadada ideología neoliberal en un mundo con fronteras para las personas pero no para el dinero, utilizando para ello sus medios de desinformación que adormecen conciencias y generan pensamiento único, y demostrando en suma, una codicia y una insensibilidad que no se detienen ante el drama del paro y los desahucios o ante la destrucción del medio ambiente.

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El pueblo está presenciando cómo pisotean sus derechos, cómo se produce el desmantelamiento del Estado del Bienestar para salvar las deudas de los banqueros. Contemplamos indignados cómo se está destruyendo el empleo, cercenando los servicios públicos, recortando las ayudas sociales necesarias para vivir lo más dignamente posible a todos los colectivos, entre ellos los mayores, los dependientes y los enfermos.

La última Reforma Laboral ha llevado al extremo la precariedad de las condiciones de trabajo. Bajo la amenaza del despido, la temporalidad y el autoritarismo, hemos llegado a los 6 millones de parados, y tan sólo 6 de cada 100 contratos que se firman en nuestro país son indefinidos. De igual forma, miles de familias quedan desprotegidas ante las grandes empresas que, buscando únicamente el máximo rendimiento económico, desplazan su producción a países donde los trabajadores son más fácilmente explotados, abaratando así sus costes.  El desempleo juvenil superó el 50 por ciento durante el pasado año y obliga a los jóvenes cualificados a abandonar el país. Y además, la constante sangría de la siniestralidad laboral nos recuerda que todavía existen ambientes de trabajo insoportables y formas de enriquecimiento inmoral que los producen.

Constatamos que sólo servimos para incrementar las cuentas de resultados, que sólo contamos como mano de obra barata para incrementar sus beneficios, al tiempo que soportamos que nos digan que “queremos vivir de las prestaciones y que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Al tiempo que nos hacen deudores de algo que nosotros no hemos generado, y en definitiva, nos roban nuestro futuro.

solidaridadPero frente a todo, queremos celebrar los testimonios de comunión y solidaridad que están apareciendo en el contexto de la falta de lo más básico (trabajo, vivienda, vestido, alimento) que viven tantas familias empobrecidas. Amigos, vecinos y familiares, voluntarios anónimos, los colectivos de Iglesia como Cáritas o Manos Unidas, el resto de asociaciones y ONGs… están ofreciendo experiencias de apoyo mutuo, de resistencia no violenta, de alegría en el compartir lo que no te sobra. Son experiencias que rechazan el individualismo pragmático del “sálvese primero quien pueda”, que gritan unánimes de que “estamos hartos que pisoteen nuestros derechos y nos traten como mercancía”, que mantienen viva la esperanza en que el tiempo dará la razón a los que ahora son olvidados por las estructuras, que creen que Otro Mundo es Posible.

Y en este contexto la buena noticia de Jesús, el obrero de Nazaret, sigue teniendo una extraordinaria fuerza profética y revolucionaria, pues la escala de valores que nos propone subvierte de raíz el orden establecido. La Iglesia acumula el testimonio de compromiso de muchos militantes implicados en la construcción de un mundo ordenado por la igualdad y la justicia. Por eso hoy más que nunca, se hace necesario que los creyentes cristianos trabajemos activamente, junto a nuestros hermanos de trabajo, en la radical “defensa del pueblo deshumanizado, empobrecido y crucificado” en palabras de Ignacio Ellacuría, el jesuita asesinado en El Salvador por su defensa de los derechos de los pobres. Por eso hoy debemos compartir el Evangelio que anuncia que “la vida humana no tiene otro sentido que dar vida, gastarse en la tarea de hacer posible que otros tengan vida”. Por eso hoy debemos “convertir en actores a los que sólo son espectadores”, como decía Guillermo Rovirosa, promotor de la HOAC.

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Invitamos a participar en la Eucaristía que celebraremos el 1 de Mayo, a las 10:30 de la mañana, en la Iglesia de los Capuchinos de Murcia (Plaza Circular)