El presidente de la HOAC, José Fernando Almazán, asegura en una entrevista a Religión Digital que «el silencio también es una toma de postura»

Por JOSÉ MANUEL VIDAL (Religión Digital) / José Fernando Almazán es el presidente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), el movimiento especializado de Acción Católica cuyo objetivo es hacer presente a la Iglesia en el mundo obrero, y al mundo obrero en la Iglesia. Un movimiento democrático y asambleario que acaba de celebrar elecciones, y cuyo fundador se encuentra en proceso de beatificación.

«Nuestro fundador decía que no le gustaban las tarjetas de presentación», cuenta Almazán, «pero que si hubiera tenido una la hubiera firmando como Guillermo Rovirosa, entusiasta«.

Firme en su denuncia contra los recortes, la HOAC defiende que «el desarrollo de una sociedad no debe medirse por el PIB, sino por el grado en que los últimos son los primeros que son atendidos». Y ante esta realidad aplastante, no admite excusas: «El silencio también es una toma de postura», afirma José Fernando, que cree que «si nos convenciéramos todos de que esto es inadmisible, sería más fácil cambiar las estructuras».

¿Hace poco que han sido las elecciones?

La elección por parte de los militantes se cerró en el mes de julio, y a principio de octubre la Conferencia Episcopal sancionó el nombramiento.

¿Los cargos son rotatorios?

Sí, estamos cuatro años en el cargo, sin prórroga posible. Somos una comisión de 6, y vamos cambiando cada cuatro años de 3 en 3.

Hay gente ilustre entre tus predecesores…

Empezando por el primero, Guillermo Rovirosa, que por cierto, el año que viene celebramos el 50 aniversario de su fallecimiento. Lo celebraremos en un acto central que tendrá lugar en la catedral de la Almudena, el 31 de marzo, con la presencia del arzobispo de Madrid. Aunque no sabemos si será posible, porque puede que tenga una visita a Roma por esas fechas.

¿Rovirosa está proceso de beatificación?

Sí. A ver si somos capaces de enviar el expediente a Roma antes del final de este año. Aunque estos procesos son lentos.

¿Hay algún milagro ya?

Bueno, es un tema complicado… Yo he tenido la oportunidad de hablar con varias personas que le conocieron, porque parte del trabajo que hemos hecho ha sido salvar el patrimonio de la gente que le conoció. Y la verdad es que es impresionante hablar con esas personas, porque todo el mundo (creyentes o no creyentes, independientemente de su tipo de condición política, social o económica) destaca la capacidad su empatía y su ilusión. Todo el mundo dice que era un hombre de Dios, y el propio cardenal Rouco, que también le conoció, es un entusiasta de Rovirosa.
Rovirosa decía que no le gustaban las tarjetas de presentación, pero que si algún día hubiera tenido una la hubiera firmando como «Guillermo Rovirosa, entusiasta». Eso es lo que más le define, y lo que todo el mundo destaca de él. Fue un hombre que atraía a la gente hacia el mensaje de Dios.

Tomás Malagón no fue presidente pero sí consiliario nacional…

Sí, y también fue un hombre muy importante dentro del movimiento, y que ayudó a su consolidación en una época muy difícil (los años 60), años de mucha tensión en la jerarquía y en la Iglesia, por la situación política de España. Y Malagón siempre fue un referente dentro del movimiento, un vínculo entre la Iglesia y el conjunto de España.

El movimiento vivió un momento de mucha influencia social e incluso política durante la Transición. ¿Qué queda de aquello actualmente?

Bueno, tenemos una realidad muy sólida y muy asentada, aunque en cuanto a número no podemos compararnos con aquellos tiempos. Entonces había un nivel de militancia y de presencia muy propio de la época, de mucha efervescencia, ahora mismo tampoco estamos en una situación equiparable, evidentemente. Pero sí que estamos en un momento sólido, con implantación en más de 40 diócesis de España ahora mismo, con gente muy comprometida en los lugares donde está (partidos, sindicatos, asociaciones de vecinos…). Gente que tiene claro que su apuesta es llevar la fe, llevar el mensaje cristiano a plataformas del mundo obrero; y por el contrario, llevar la voz y el sufrir del mundo obrero a la Iglesia. Ahí estamos, peleando todos los días por hacer esto posible.

¿De cuántos militantes estamos hablando?

De alrededor de 1.500 o 1.300.

Es una cifra considerable…

Bueno, no conviene ponerse más medallas de las oportunas, pero lo que sí que es cierto es que nuestros militantes lo son de verdad, y si la HOAC tiene alguna obsesión, es la de la formación (no sólo teórica, sino formación en la vida). Eso lo intentamos cuidar mucho, aunque a veces nos critiquen por ello. Pero entendemos que es lo que da solidez a la presencia militante y a la presencia de fe. Pero claro, también estamos sometidos a los vaivenes del mundo, porque intentamos estar en la frontera. Y eso a veces no es fácil, pero la formación espiritual nos parece esencial para mantener una presencia evangélica clara y fundamentada, y también esperanzadora. Lo nuestro es el «ver, juzgar y actuar», que no lo inventamos nosotros, pero que seguimos de manera complementaria, y fundamentada en el Evangelio.

¿Cómo funciona un equipo de la HOAC?

Cuando hay una serie de personas que muestran alguna sensibilidad por vinculares con nosotros, comienza lo que nosotros llamamos «iniciación». En la HOAC hay gente de procedencias muy diversas. Para empezar este proceso hace falta sobre todo tener sensibilidad y apertura. Hay quien comienzo su proceso de iniciación teniendo muy clara su identidad cristiana y menos clara su identidad social. Quizá se hacía pocas preguntas en ese sentido, pero se sentía atraída por lo que podría hacer en la HOAC. Y también ha existido el caso contrario: gente que proviene de ambientes sociales a la que le llama la atención lo que la HOAC dice y el estilo de vida de su gente, y con las creencias poco claras. En el proceso de iniciación se van fundamentando ambas cosas: la vinculación social y la pertenencia a la Iglesia.
Los planes formativos de la HOAC no son unos cursillos que se den al principio y ya, no tienen duración clara. Es una formación continua, que dura prácticamente toda la vida del militante, y que se va amoldando un poco a lo que es el equipo. Según sea el progreso del equipo, se va avanzando más o se va avanzando menos.
La iniciación termina una vez se han abordado los temas básicos de la fe y el equipo decide seguir por ese camino. Y entonces comienza la militancia de la HOAC.
A partir de ahí hay un plan básico de formación, y luego otros que van abordando niveles mayores de implicación, también añadiendo elementos de formación político. Y después hay una formación permanente, que es la que dura siempre. Pero bueno, relativamente, porque hay militantes que están toda la vida haciendo el plan básico, también hay bajas de vez en cuando, equipos que se refundan… Pero no es problema, porque no se trata de ir cumpliendo etapas ni de sacarse un título. Se trata de ir haciendo vida.

¿Los equipos se reúnen semanalmente? ¿Qué hacen en esas reuniones?

Normalmente una vez a la semana, sí. Lo que hacen básicamente es poner en común sus vidas desde la fe. Si es una reunión que trata sobre uno de los planes de formación, se leen los materiales correspondientes, se profundizan, se reza. Y se acaba con el «ver, juzgar y actuar» del que hablábamos antes, siempre apoyado en textos del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia sobre esa misma realidad. ´
En la fase de «actuar» el equipo se propone a sí mismo una serie de cambios que se puedan hacer en los lugares donde está, a nivel personal (en mi familia, en mi ambiente de trabajo, en mi partido, en la asociación de vecinos de mi barrio, en la ONG en la que colaboro…), para que las personas que me rodean puedan también ir avanzando en la línea del Evangelio. Y también a nivel de estructuras, para que aquellas en las que participo de vayan pareciendo más a lo que Dios quiere.

¿Las estructuran han ido variando? ¿Ya no destacan primordialmente los partido políticos o los sindicatos?

La sociedad ha ido cambiando, y la preponderancia de la gente en partidos y sindicatos que había antes no se mantiene. Esto no tiene por qué interpretarse como una desventaja, porque la sociedad de hoy es más plural, aunque es cierto que en España no hay movimientos ciudadanos tan potentes como los puede haber en otros países de Europa. Nuestros militantes intentan estar presentes en cada una de las organizaciones que salen del mundo obrero, y que intentan dar respuesta a determinadas situaciones.
Sigue habiendo militancia en partidos políticos, y mucha más en sindicatos, pero también en otras organizaciones. Nosotros estamos llamados a evangelizar todas las realidades del mundo obrero, donde está la gente sufriente y la gente que intenta luchar por un mundo mejor. Ahí debemos estar nosotros aportando nuestra visión, nuestro carácter, nuestras posibilidades, e intentando sumar y pulir todo aquello que vemos que no está como Dios querría.

 

¿Conservan los militantes su capacidad de denuncia crítica?

Además de trabajar hombro con hombro para combatir juntos las injusticias, otra de nuestras labores es modificar las estructuras para que sean a su vez cumplidoras de lo que queremos. Toda institución tiene problemas de coherencia y de falta de fidelidad, y lo reconocen. Porque son obras humanas y, por lo tanto, son susceptibles de mejorar. Nosotros intentamos militar en organizaciones que apuesten, al menos nominalmente, por los últimos. Y en ese sentido intentamos ser siempre una voz que pone en el centro a los últimos. Y nuestra primera acción va dirigida a ellos.

Otra faceta de la HOAC son sus publicaciones, sus medios de comunicación, revistas, cuadernillos… a parte de la editorial de libros Ediciones HOAC. ¿Cómo está vuestra presencia mediática en estos momentos?

Vivimos en un mundo en el que, si no sales en los medios, para que no existes. Lo mediático en nuestra sociedad es muy importante, y muchas veces la formación que tiene la gente (no sólo la información) es la que le proporcionan los medios de comunicación. Nosotros entendemos que tenemos una voz que poder ofrecer,y que modestamente creemos necesaria, como voz de Iglesia dentro del mundo obrero. De ahí nuestra amplia tradición: «Noticias Obreras» tiene muchos años de historia, la revista «Tú» también… Eso en cuanto a publicaciones periódicas.
Luego hay una serie de cuadernos que nosotros sacamos con motivos y temáticas concretas. El último que hemos publicado se llama «Ante una democracia rota. Otrra política es posible». Son materiales con fondo, que desde otras organizaciones se nos valoran mucho, y que simbolizan nuestra no renuncia a lo esencial. Y que pretenden servir como aldabonazo para las conciencias. Porque a veces, en el día a día, uno puede llegar a olvidar por qué está en los sitios en los que está. Nosotros intentamos que esto sea siempre nuestro centro.

¿Qué es el Fondo de Solidaridad?

En el año 92 la HOAC se planteó que además de las cosas que habitualmente hace, era necesario mostrar solidaridad efectiva con aquellos movimientos de trabajadores cristianos en el mundo que sufren más penurias que nosotros. Que no tienen facilidades para formarse, ni para reunirse, ni para poder dar cursillos, charlas y demás. De ahí nació el Fondo, que quiso ser un granito de arena en el mar de dificultades que los movimientos del Tercer Mundo tienen hoy para poder ejercer su misión.
Llevamos 20 años con ello, gestionándolo y sacándolo adelante con los militantes. Todo euro que se da para esto es un euro invertido en proyectos concretos. Y esto hace que tengamos mucha libertad a la hora de pedir, y que podamos proponérselo no sólo a nuestros militantes, sino a todo aquel que quiera aportar a los proyectos de África, América Latina, Asia… Y lo hacemos todo en coordinación con el Movimiento Mundial de Trabajadores Cristianos.

¿Qué tipos de proyecto financia el Fondo? ¿Formativos, sociales…?

Fundamentalmente de formación de cuadros, de militantes. Por ejemplo, ayudar a la que los trabajadores de Costa de Marfil se puedan desplazar hasta la capital para recibir una mínima formación evangélica, pero también de cómo pueden ser ellos agentes de evangelización en el mundo del trabajo en el que estamos.
Hasta el año pasado recaudamos un millón y ciento y pico mil euros, y en el número que hemos publicado con motivo de los 20 años del Fondo viene detallada la relación de países en los que hemos estado.
Estamos muy orgullosos de ello, tanto como seguros de que debemos dar más difusión a esto, para que se vea que es algo importante y bueno, y pueda participar más gente.

El mundo obrero en estos momentos está pasando horrores. ¿Os indigna esta situación?

Cómo no. Nosotros somos mundo obrero, así que esta situación se nos hace muy dura, muy dolorosa. Al final, en toda crisis pasa que los que la sufren verdaderamente son los que están más abajo. Estamos viviendo situaciones que no hubiéramos pensado hace cinco o siete años.
Las medidas económicas para salir de la crisis están suponiendo recortes en derechos y en prestaciones que afectan a la gente que no tiene posibilidad de pagarse otros servicios. Y esto es una injusticia flagrante. Nosotros entendemos que no se puede construir una sociedad madura, sana y democrática, con políticas que lo que hacen es recortar el bienestar y los derechos de aquellos que más están sufriendo. Todo lo que se haga partiendo de ahí, difícilmente será justo.

¿Hace falta volver a colocar a la persona en el centro de sistema económico, por el encima del negocio y del beneficio?

Claro. El grado de desarrollo de una sociedad no debe medirse por el PIB, sino por la medida en que los últimos son los primeros que son atendidos. El Papa lo ha dicho últimamente: los ancianos, los jóvenes, los parias de nuestro sistema, son los que más deben recibir. El sistema actual no es justo, hace el mundo no vivible, y tiene los días contados.

¿Qué soluciones o qué salidas veis? ¿La indignación, la rebelión, la solidaridad…?

La indignación es una reacción humana lógica, natural y hasta esperable. Mucha gente piensa que demasiada poca indignación hay, porque es el reflejo de una toma de conciencia ante una situación que es injusta. Y es lo primero que tenemos que hacer: darnos cuenta de que la situación no puede ser así. Y a continuación, hacer algo. Porque la tarea es grande. No podemos indignarnos y quedarnos en el sofá.

¿De nuevo, ver, juzgar y actuar?

Sí, hacerlo gradualmente. Y tener claro que los cambios han de ser necesariamente estructurales, ambientales y también personales. Es decir, asumir que nosotros tenemos cosas que cambiar.
Necesitamos una estructura política y democrática de partidos que sean realmente agentes de cambio. Hoy nos encontramos con que los poderes económicos establecidos, que no están siendo los perjudicados por la crisis, tienen demasiada influencia sobre la política. Nos encontramos con políticas económicas concretas, sobre todo fiscales, que están siendo fuertemente influenciadas por el poder económico. Y esto tiene que cambiar. No digo que sea fácil, pero es imprescindible.

¿Hay que refundar la democracia?
Desde luego, tal como está ahora mismo, ni atiende ni va a atender las necesidades de los últimos. Y si para que esto sea posible hay que cambiar cosas, efectivamente: hay que cambiarlas. Y esto se hace uno a uno, tomando conciencia.
De todas formas, no hay que perder de vista que si nos falla el nivel estructural es porque los anteriores también están fallando. Si nos convenciéramos todos de que esto es inadmisible, sería más fácil cambiar las estructuras. Y en cierta manera se está dando, cuando hay gente que en su vida se han planteado a la necesidad de intervenir políticamente (en el sentido amplio de la política), que ahora se está movilizando. Todos tenemos la necesidad humana de relacionarnos, y eso es hacer política. Ahora hay más gente que sale a la calle a decir que no está de acuerdo, aunque sea porque piensan que no pueden hacer otra cosa más que eso. Pero a parte de eso, hay que articular alternativas, y ver cuáles ponen a los últimos otra vez como los primeros.
A lo mejor hay que crear partidos nuevos, o trabajar dentro de los que ya existen, no lo sé. Pero hay que estar en los partidos, en las mediaciones, en las organizaciones que ahora tenemos, si queremos que vayan cambiando.
Luego, algo muy importante también es demostrar en la práctica que otra forma de vivir es posible. Que no porque la estructura no cambie nosotros estamos legitimados a no cambiar. Porque normalmente echamos la culpa a las estructuras de que las cosas no cambian, para no cambiar nosotros.
Hay que demostrar que es posible vivir con poco dinero, de forma sencilla, consumiendo menos. Que es posible compartir lo que se tiene (y de esto estamos viendo innumerables ejemplos de familias). No es que sea la mejor solución que toda la familia tenga que rascarse el bolsillo para que el último de ellos pueda llegar a fin de mes, pero también es un ejercicio de solidaridad. Por ahí tenemos mucho que crecer, cada uno de nosotros y la sociedad entera.

¿A la gente pobre lo que más le molesta es que sus partidos y sus sindicatos no sean honrados?

Claro que sí. Mucho cuando cada vez aparecen más y más casos de corrupción. Al final todos estamos imbuidos por el sistema económico y social en el que vivimos, que pone el beneficio antes de la persona. Y la cultura que genera eso es la de «si puedes coger, coge». Contra eso hacen falta controles externos, que lo impidan e imposibiliten, además de formación de la gente en cuanto al valor de la acción política. El fin de la política no puede ser que yo me ponga encima del burro para desde ahí coger todo lo que pueda. Debe haber un ejercicio ético y moral que distinga lo que es inadmisible. Por ejemplo: utilizar un puesto público para beneficio personal.
Los políticos deben pensar en el beneficio del colectivo, especialmente de los últimos de la fila.

¿Cómo son vuestras relaciones con las fuerzas políticas, y con la Iglesia institución?

Bueno, son relaciones de frontera, pero es que la propia Iglesia nos envió a eso. Nosotros entendemos que nos mandó ser micrófono de lo que está ocurriendo fuera, de lo que el mundo le pide a la Iglesia. Cuando alguien desde fuera nos dice en qué tenemos que cambiar, la reacción más normal es que saltemos a la defensiva. Y puede ser que alguna vez nos equivoquemos al hacer críticas, y que sean poco evangélicas. Pero esa tensión hay que intentar vivirla con normalidad. Tenemos que tener claro dónde estamos. En el día a día te puedes contaminar fácilmente, y anteponer tu interés individual casi sin darte cuenta. Los cambios requieren esfuerzo, siempre.
Estaríamos todos más a gusto si la Iglesia hiciera una apuesta real y visible en todos los campos por los últimos. Esto a veces los echamos en falta. La labor de Cáritas es inmensa, al igual que el apoyo de la Iglesia a lo caritativo. Sin ello, la situación en España a día de hoy sería muy diferente.
Hay mucha gente empobrecida por la situación actual, que al ver el papel de Cáritas está empezando a mirar de otra manera a la Iglesia. Porque ha encontrado una Iglesia madre, una Iglesia misericordiosa, una Iglesia protectora, que hace cosas por la gente sin cobrar nada.

Entonces, ¿lo que echáis en falta es que la Iglesia dé un paso más allá de lo asistencial?

Claro. Ante una situación de injusticia, no podemos permanecer impasibles. Y debemos decir que es una injusticia.

¿Denuncia profética?

Eso es, y con todas las implicaciones que conlleva. Porque cuando uno denuncia se puede equivocar, pero hay que asumirlo. Creo que es más problemático el silencio, porque también es una toma de postura.

Sin embargo, el Papa no se calla, denuncia, se implica. ¿Esa dinámica ya ha cambiado en Roma?

Sí. Y lo estamos viendo, en la gente de Iglesia, en la gente próxima a la Iglesia e incluso en la que no tiene nada que ver. Se nota que está reviviendo la esperanza de la gente.
El Papa está empezando por decir que tenemos que ocuparnos de los últimos, y con esos nosotros comulgamos, sintonizamos. Hay muy poca gente de la Iglesia que se atreva a decir ahora mismo que eso no le gusta.
Para nosotros esto supone un gran cambio, porque aunque siempre ha formado parte del mensaje de la Iglesia, a veces no se ha puesto en la primera línea de combate.

¿Está mejorando la imagen de los católicos con estos cambios?

Creo que sí, porque transmitimos más ilusión. Es inadmisible que siga habiendo un paro juvenil como el que tenemos en Europa, que se siga olvidando a los ancianos, y que el culto al dinero esté por encima de cualquier otra cosa. Esto no puede ser. Y al 99% de la gente, por tanto, le hace ilusión que el Papa hable de estas cosas o que parezca que se avanza en este sentido.

Algunos titulares

-Nuestro fundador decía que no le gustaban las tarjetas de presentación, pero que si hubiera tenido una hubiera firmando como «Guillermo Rovirosa, entusiasta»

-Nuestra misión es llevar el mensaje cristiano a plataformas del mundo obrero, y llevar la voz y el sufrir del mundo obrero a la Iglesia

-Permanecemos firmen en nuestra no renuncia a lo esencial

-Los recortes están afectando a la gente que no tiene posibilidad de pagarse otras prestaciones

-El desarrollo de una sociedad no debe medirse por el PIB, sino por el grado en que los últimos son los primeros que son atendidos

-La indignación actual es el reflejo de una toma de conciencia ante una situación que es injusta

-Si nos convenciéramos todos de que esto es inadmisible, sería más fácil cambiar las estructuras

-Estaríamos todos más a gusto si la Iglesia hiciera una apuesta real y visible en todos los campos por los últimos

-El silencio también es una toma de postura

-Lo que está diciendo el Papa Francisco siempre ha formado parte del mensaje de la Iglesia, pero a veces no se ha puesto en la primera línea de combate