Por JOAQUÍN SÁNCHEZ SÁNCHEZ / Si preguntáramos que si todas las vidas son importantes, la respuesta inmediata sería que sí, no habría duda alguna y hasta nos podía resultar ofensiva la pregunta. Tal vez apostillemos con otra pregunta: ¿Cómo no van a ser importantes todas vidas? Entonces, pregunto, si todas las vidas son importantes sin excepción, ¿por qué existe un sistema económico que excluye, que condena al 80 por ciento de la población mundial a la pobreza y que mata? Para el sistema neoliberal, los excluidos, los marginados, la gente sencilla… son vidas sobrantes, vidas que para el sistema capitalista no tienen ningún valor, ninguna importancia. Son vidas que se les priva de trabajo, de un salario justo, sin perspectivas y sin salida alguna. Son vidas atrapadas en esa maraña de la sumisión, de la resignación, de la anestesia de la conciencia y de la espera que alguien cree las condiciones óptimas para encontrar una salida a nuestro paro, a nuestra pobreza y a ese futuro de destrucción y muerte. No hay que olvidar que cada día mueren cien personas de hambre en el mundo, que en España hay casi tres millones de niños en el umbral de la pobreza, agravado por ser el país europeo con mayor corrupción, porque a mayor corrupción, mayor pobreza.

Para el sistema financiero capitalista, unido a la clase política cómplice, la vida de la gente no tiene ningún valor, no es importante. El sufrimiento diario y prolongado de la gente  no cotiza en bolsa. Una empresa que cotice en bolsa sube muchos enteros en la medida que viola los Derechos de los Trabajadores, los Derechos Humanos. Una empresa cotiza más si despide a trabajadores o les baja el sueldo y deteriora sus condiciones laborales.

Para este sistema sobran, son vidas sobrantes, los dependientes, los mayores, los pensionistas, los trabajadores, los empobrecidos de aquí y de allí, los empleados públicos, los discapacitados, los enfermos físicos y mentales, etc. No es de extrañar que los bancos sigan obteniendo beneficios, que los ejecutivos suban sus sueldos un 46 por ciento, que muchos ministros y políticos con grandes sueldos pasen a las empresas multinacionales, que los enriquecidos sean cada vez más y cada vez haya más empobrecidos y con más intensidad su pobreza. La desigualdad es seña de identidad de nuestra sociedad actual y quieren que tenga un carácter permanente. ¿Qué espera una administración de una persona mayor que no recibe la prestación que le corresponde en justicia y en derecho? Que fallezca para no pagarle la prestación que, insisto, le corresponde en justicia y en derecho. No es ninguna exageración, es la dura realidad de un sistema que dice que hay millones de vidas sobrantes. Otra pregunta: ¿Por qué no se combate el hambre en el mundo sabiendo que hay recursos económicos suficientes? ¿A qué esperan los gobiernos que forman parte de la ONU y de  la FAO? A que se mueran o se busquen la vida como puedan. ¿Por qué se dan migajas para combatir la pobreza y sus consecuencias y en cambio se ha dado billones de dólares al sistema financiero corrupto e inmoral? Cada vez estoy más convencido que toda transformación social desde la justicia, la libertad y la fraternidad comienza con la pregunta ¿por qué? El pensamiento crítico es fundamental para desmontar sus mentiras, sus manipulaciones y sus miedos.

Porque existe ese concepto de vidas sobrantes, cada vez se recortan más los recursos a esa población más vulnerable y desfavorecida socialmente. Cada vez hay más parados sin ayudas, más dependientes sin prestaciones, más familias sin ayudas sociales y así más realidades sangrantes. Cada vez que Rajoy, Botín, el príncipe Felipe, Merkel… dicen que vamos bien, no se refieren en absoluto a esas vidas sobrantes, que cada vez aumentan más, sino a ellos mismos y a esa élite que ellos representan, que, por cierto, posiblemente ni voten en las elecciones, porque ejercen un gobierno mundial. Lo que ocurre en Murcia se planifica en Davos, Bruselas, Berlín, Wall Street, Washington. Los gobiernos se dedican a ejecutar las órdenes al pie de la letra.

Todas las vidas son importantes ¡Claro que sí! Sin excepción, sin matices. Es importante la vida de cada persona tanto en el tiempo como en el contenido. El derecho a la felicidad, al amor y a la vida digna constituyen tres derechos esenciales. Hay que transformar la amargura, la angustia, el sufrimiento que causan los capitalistas en alegría, ilusión y esperanza. La gente tiene el derecho a vivir y vivir en paz y prosperidad, donde el bien común esté garantizado.

Dime lo que defiendes, propones y realizas y te diré si realmente todas las vidas son importantes o no. Si se recorta en derechos sociales y laborales es muestra que no te importan muchas vidas. Si defiendes la competitividad y la productividad, la vida de millones de gente no te importan… La vida de todas las personas nos importa en la medida que garantizamos unos niveles básicos para atender las necesidades sociales y si articulamos un trabajo donde se tenga un salario justo, se realice la persona y contribuya crear un mundo mejor.