Loli García (d) y Antonio Ortega (detrás) junto al sacerdote Joaquín Sánchez (i), miembro de la PAH, consiliario de la HOAC y autor de este texto.

Loli García (d) y Antonio Ortega (detrás) junto al sacerdote Joaquín Sánchez (i), miembro de la PAH, consiliario de la HOAC y autor de este texto.

Por JOAQUÍN SÁNCHEZ / Esta historia no es cuento, no es irreal, ocurrió en ese pueblo llamado Javalí Nuevo, donde estaba señalado por sexta vez el desahucio de la vivienda Loli y Antonio junto con sus tres hijos con motivo de una estafa de unos prestamistas. Es la historia de tenerlo todo perdido a las 5,30 de la mañana cuando llegó una unidad policial de la UPR (Unidad de Prevención y Reacción), antes que llegaran muchos miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, estando muy pocos en ese momento en la casa. Y, es la historia de la ternura y la fortaleza porque fueron de la mano, porque la amistad, la solidaridad, el cariño, la alegría, el sufrimiento… se fundieron con la capacidad de que ese desahucio se tenía que parar, a pesar de que todo estaba perdido. Ante el llanto y la desesperación de Loli nuestras palabras eran “lo tenemos muy complicado, no te vamos a engañar, pero hay motivo para la esperanza porque están de camino mucha gente y los medios de comunicación”, ella nos preguntaba “qué va a pasar con mi casa” y nosotros le respondíamos que “no lo sabemos, pero que íbamos a luchar con todas nuestras fuerzas y que sí nos echaban íbamos a ocupar de nuevo la vivienda”.

Algunos miembros de la plataforma de afectados por la hipoteca llegaron sobre las 12 de la noche, para estar con ellos, con Loli y Antonio, sus tres hijos estaban con otro familiar durmiendo juntos. ¿Qué pueden sentir unos padres que tienen que llevar a sus hijos fuera de su hogar esa noche para evitar esa situación de que la policía por orden del juzgado ejecuten el lanzamiento? ¿Qué pueden sentir sus hijos, sobre todo, por el día de no saber lo que está ocurriendo? Tiene que ser tremendo, un sufrimiento inmenso, algo que te va a dejar marcado de por vida. Esto no es justo, es inmoral e inhumano. Una sociedad que permite que se den estas situaciones es una sociedad enferma, porque las leyes no amparan a la gente, a la buena gente. Si se hubiera ejecutado el lanzamiento, el mal habría vencido de nuevo. Esta sociedad está hecha para que la mala gente se salga con la suya.

Durante mucho tiempo estuvimos hablando de la vida, de su situación, de que posiblemente mañana no pasará nada, de lo hermosa que estaba la luna. Estuvimos hablando de sus hijos, de que esta situación era un sin vivir, de que cada vez que habrían el buzón les templaba la mano, de que cuando veían al cartero se ponían muy nerviosos, de todos los intentos de negociar y recuperar sus casas, de todos los recursos rechazados en el juzgado. Se mezclaba la sonrisa con la preocupación, el sueño con la vigilia. Pero, a las 5,30 se oyó una furgoneta que paraba en la puerta, se asomaron y era la policía, esa policía que son armarios, de golpe el silencio de la noche se rompió con los gritos de ¡la policía! ¡Han venido a echarnos!, el derrumbamiento y el llanto que se clava en el corazón. Han pasado días y aún  recuerdo Loli abrazada a la compañera llorando y exclamando ¡nos van a echar! Miserables los que hacen sufrir a la gente por su codicia y avaricia y sus cómplices. Tocaron al timbre y bajamos a hablar con ellos, con el mando, fue un diálogo lleno de tristeza y amargura por ambas partes. Este mando mantuvo durante todas esas infernales horas una actitud sensata, razonable y humana, que también contribuyó a paralizar el desahucio. En este caso, también hubo ternura por parte de la policía. Nosotros le dijimos que no nos íbamos a ir de la casa y que la defenderíamos desde la no violencia, pero que nos tenían que sacar con la fuerza, nuestra postura fue entendida y respetada, porque no hubo amenazas. Lo dicho fue un diálogo lleno de tristeza y amargura, y por nuestra parte además de miedo y nerviosismo. A partir de ahí, se lanzó por las redes sociales lo que estaba pasando y pidiendo que la gente viniera cuando antes, era las 6 de la mañana. Empezaron a llegar gente, con cara que expresaba esto no puede estar pasando, de derrota, de dolor, de rabia contenida, de impotencia. A partir, de ahí desde ese cariño y solidaridad a esta familia que está luchando por su casa, por su hogar, por su futuro, se sacó la fuerza, esa fortaleza que nace del dolor, del sufrimiento. Se empezó a llamar a gente, a los medios de comunicación y muchos respondían vamos para allá inmediatamente. Desde los medios de comunicación empezaron a darlo en sus informativos tempranos, los llamábamos nerviosos, rotos, con la voz entrecortada y ellos nos decían que lo estaban dando. Se creó una combinación de ternura y fortaleza increíble, nos mirábamos unos a otros y esbozábamos una sonrisa para animarnos, aunque después nos íbamos para otro lado y nos saltaba algunas lágrimas. La gente fue llegando, los medios de comunicación fueron llegando y la comunicación con la policía era fluida. Hubo un momento durísimo cuando nos comunican que iban a cargar contra nosotros, que habían recibido la orden y que se veían obligados. En ese instante la gente en la calle se entrelazó los brazos formando tres líneas para impedir el acceso a la casa y los que estábamos dentro nos preparábamos para aguantar todo lo que pudiéramos. Los gritos en la calle se mezclaban con lágrimas, de nuevo la ternura y la fortaleza iban cogido de la mano. La comisión judicial no puede acceder y la policía estaba preparada para cargar, pero en ese instante nos comunican que el desahucio se ha parado y la policía se retira. En ese momento se produce una explosión de alegría, de abrazos, de besos, de saltos, Loli y Antonio se abrazan, vemos a un cámara de televisión grabando y llorando.

Esta es la historia de una lucha, de algo que estaba perdido se consiguió la esperanza de que esta familia siga en su hogar. Cuando alguien os diga no se puede hacer nada, para qué luchar, recordarle esta historia real, porque sí se puede. Y, cuando haya otro señalamiento, allí estaremos con Loli y Antonio y sus tres hijos,  esperando que los prestamistas recapaciten y el juzgado acoja los recursos que se van a presentar. Lo dicho allí estaremos con nuestro cariño y nuestras manos entrelazadas, entre otras cosas porque Loli y Antonio y sus tres hijos se lo merecen. Lo dicho, allí estaremos con ternura y fortaleza.