Mensaje final del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar de la Diócesis de Cartagena

Por REDACCIÓN / Hemos llegado al final de esta celebración de la Eucaristía en la Fiesta de Pentecostés, de la fiesta de la presencia y de la vida del Espíritu Santo entre nosotros y nosotras, esa presencia que es salida de sí, éxodo divino, como nos recordaba en su reflexión sobre ‘Evangelii Gaudium’ nuestro amigo Bernardo Pérez Andreo.

En nombre del Consejo Diocesano de Acción Católica y en el de la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar queremos agradecer, en primer lugar, la acogida de la comunidad cristiana de esta parroquia de Cristo Rey que nos ha brindado esta mañana. Una comunidad acompañada por Salvador, su párroco, y en la que viven una parte de su dimensión comunitaria militantes de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, como son la familia de Enrique Tonda y María José Pedraja, junto a sus hijas y a su hijo. Enrique, María José, ahí arriba, en el coro, muchas gracias. Al coro, a la comisión de liturgia, muchas gracias, sinceramente.

 Por eso, agradecimiento y alegría se mezclan en esta jornada en la que el laicado, las mujeres y hombres que vivimos nuestra fe en medio del mundo, hacemos presente las diferentes realidades que nos tocan vivir. Desde nuestro compromiso en el acompañamiento con niños y jóvenes, o el de los propios jóvenes que tratan de construir el sentido de su vida de una manera organizada. O quienes lo hacen desde el compromiso de la promoción y el desarrollo con los más pobres del planeta. O los que desde el mundo de la enfermedad y la discapacidad tratan de vivir su fe enfrentándose a las limitaciones del cuerpo. O desde el mundo de la cultura, el compromiso social, político, sindical… Desde la mirada hacia los últimos para construir hoy y aquí el Reino de Dios, como proyecto de salvación para la Iglesia y para el mundo, como el Papa Francisco nos recuerda en «La alegría del Evangelio». Con nuestro compromiso de trabajar por el bien común y la paz, en diálogo con otros y con la opción por los más frágiles de nuestra sociedad.

Este año conmemoramos el 25 aniversario de la Christi fidelis laici en la Jornada de la Fiesta de Pentecostés. Y lo hacemos en un momento en el que tratamos de vivir «La alegría del Evangelio», la Exhortación que nos dirige el Papa Francisco, ese primer gran documento del Tercer Milenio que nos invita a ir de verdad al Evangelio, por encima de dogmas, para construir el Reino de Dios, para evangelizar y hacer un mundo plenamente humano. Y siendo parte de una Iglesia exodal, de salida, con un compromiso comunitario renovado cada día en medio de un mundo que sacrifica a sus hijos más indefensos, un mundo en el que domina un sistema económico criminal, donde domina la idolatría del dinero, y en que todos y todas estamos llamados,a cambiar, a transformar.

A nosotros nos mueve la fe de Jesus de Nazaret, y nos implicamos con muchas otras personas que aparecen en nuestra vida. No nos conformamos con el orden establecido ni queremos caer en ese pesimismo estéril y blasfemo. Porque sí, es posible cambiar nuestra vida y nuestro mundo. Con nuestras debilidades y contradicciones. Somos un pueblo sacerdotal en el que todos y todas tenemos mucho que hacer, decir y sobre todo, vivir.

Agradecemos, finalmente, a nuestro pastor, que nos acompañe esta mañana en la fiesta de la Presencia del Espíritu. José Manuel, muchas gracias. Como a nuestros presbíteros. Nuestros carismas son los carismas de la Iglesia. Nuestra presencia es la presencia en el compromiso para construir el Reino de Dios. El apostolado seglar, la Acción Católica, son realidades que están vivas, en la frontera. Y no estamos solos, porque la fuerza del Espíritu nos alienta cada día a vivir con alegría la llamada del evangelio. Muchas gracias. 

Consejo Diocesano de Acción Católica
Delegación Diocesana de Apostolado Seglar