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Por JUAN GARCÍA CASELLES / Anda, según mis noticias, muy preocupado el rojerío con la cosa de las nuevas ofertas, coaliciones, asambleas, plataformas, etc., que ha generado la irrupción de Podemos (que se lo inventó el Obama, no se nos olvide) en el circo mediático y político. Pero, de todo esto, ¿todo es de izquierdas? Porque no es oro todo lo que reluce y algunas manifestaciones de personas concretas dan un cierto tufillo a fascismo, sobre todo en la condena de los políticos, que eso fue lema del anarquismo español, pero que luego fue utilizado por Franco y la Falange. Todo esto con el debido respeto a las buenas intenciones de cada cual.

Así que parece necesario encontrar algún medio para distinguir el polvo de la paja, tal y como funciona la prueba del algodón de la publicidad televisiva.

Creo yo, seguramente por mi indestructible inocencia, que la clave está en el tratamiento que las distintas corrientes rojillas dan a al tema de la pobreza. ¿Qué piensan hacer por los pobres, los emigrantes, el tercer mundo, los parados, los dependientes, etc.?

Así, en general, todos tienen respuestas más o menos apañadas, lo que certifica su buenas y loables intenciones. Pero, ya lo decía mi abuela, de buenas intenciones está el infierno empedrado. Y como resulta que si hay pobres es porque hay ricos, y viceversa, es claro que el problema de los pobres no se va a solucionar si antes no le metemos mano a los ricos.

De este modo, la pregunta que le deberíamos hacer a los distintos partidos, corrientes, asambleas, o lo que sea, es qué piensan hacer con los ricos, o sea, con las multinacionales, los mercados, la banca, la patronal, vamos, con la burguesía, que decimos los clásicos.

Y si no saben o no contestan, tened por cierto que serán buenas personas, radicales, progresistas, caritativos, o lo que sea, pero que no son de izquierdas.

Porque la contradicción fundamental, aquella sobre la que se basa esta sociedad, este sistema, es la que enfrenta a ricos y pobres y no se puede estar a favor de todos. Si estás a favor de unos estás en contra de los otros. Lo otro nos lleva a la experiencia de Zapatero, que iba a hacernos a todos más ricos y terminó de aquella manera.

Dicho lo dicho, es necesario partir de una realidad incuestionable. En la lucha de clases los ricos nos están ganando de goleada. Y no se ve de momento ninguna posibilidad de cambiar el rumbo de la batalla.

Pensar hoy, en España, que desde el poder político se puede acabar con el poder económico es pura ensoñación. Y, en el otro extremo, hacer lo que te mandan antes de que te “intervengan” (caso Rajoy o Zapatero), es rendirse sin condiciones. Pero entre estos dos extremos, siempre se podrá hacer algo desde el poder político, si se tiene claro a qué estamos jugando y que no se trata de cambiar una casta por otra.

Todo eso no nos libra de seguir peleando por la justicia, eso si, en la medida de nuestras fuerzas, pero siempre hay que estar ojo avizor, no sea que nos la den con queso.