Comentario Evangélico / XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, 28-10-2018 / Jeremías 31, 7-9; Salmo 125; Hebreos 5, 1-6; Marcos 10, 46-52.  

Por JOSÉ LUIS BLEDA / Se acaba octubre, cambiamos la hora, como todos los años por estas fechas, el próximo jueves celebraremos la fiesta de Todos los Santos, recordaremos a nuestros difuntos, y en este último domingo de octubre, finalizando el Sínodo de los obispos sobre los jóvenes, la vocación y el discernimiento, la Liturgia nos propone estos textos para meditar: uno sobre la alegría, el salmo que canta lo que Dios ha hecho con nosotros, la segunda lectura que nos presenta la figura de lo que debería ser el sacerdote, y el Evangelio, que nos invita a seguir a Jesús una vez que hemos abierto los ojos.

La profecía de Jeremías me ha recordado la alegría y la fiesta de la gente sencilla, la gente normal, la que no es perfecta, los cojos, los ciegos, las preñadas, los niños, los ancianos,…, los que son capaces de alegrarse y disfrutar jugando con un globo, con una pelota, los que sonríen, los que se alegran por el simple hecho de poder volver a su casa, aunque este destruida ya sea por la guerra, un incendio, una lluvia torrencial, pero vuelven, se reencuentran con familiares, vecinos, amigos,…, se abrazan, y entre todos vuelven a reconstruir la casa, el barrio, la comunidad,.., la alegría de la que he participado con las gentes sencillas de las pequeñas comunidades en Bolivia, en Honduras, en Camerún, festejando, compartiendo todo lo poco que tienen, y las historias y anécdotas con los amigos,… Un pueblo que tiene a Dios como Padre, es un pueblo que no ha perdido la alegría, que valora el encuentro, que se alegra, que celebra,…

Con el Salmo 125 que se nos ofrece como respuesta a la profecía de Jeremías este mismo domingo se nos invita a ver la grandeza de Dios, verla no en los grandes y portentosos hechos, sino en la sencillez del cautivo que regresa a su casa tras cumplir condena, del refugiado que puede volver a su tierra pues finalizo la guerra y los peligros que le amenazaban, del inmigrante que vuelve a encontrarse con su familia,…, todo eso hemos de lograrlo, y, los creyentes sabemos que lo lograremos con la ayuda del Señor que manifiesta su poder y grandeza en estos detalles motivos de alegría para gente sencilla, sufrida, capaz de vivir con alegría cada acontecimiento de la vida…
De entre esta gente, siguiendo la carta a los Hebreos, es escogido el Sumo Sacerdote. En este contexto se nos deja claro que el sacerdote no es de otra carne distinta a la del pueblo, y creo oportuno señalar que debería ser de entre ese pueblo de gente normal, de cojos, ciegos, preñadas,…, del que nos hablaba la primera lectura, de ese pueblo en marcha, como el que salió de Egipto, o como el que nos presenta el mural sobre san Óscar Romero que aparece acompañado por una multitud de salvadoreños, campesinos, mineros, mujeres, niños, que también tienen la señal de la bala, del martirio, y aunque difuso puede verse en la foto.

De entre ese pueblo sale el sacerdote, un sacerdote que como ellos ofrece sacrificios por sus pecados y por los pecados de su pueblo, un sacerdote que camina con su pueblo, un pueblo que camina, como esa marcha de pobre, o mejor dicho, de empobrecidos, hondureños, guatemaltecos, salvadoreños que camina hacia EEUU, esos empobrecidos a quiénes nadie quiere acoger, a quienes Trump amenaza con enviarles el ejército, y que tienen que soportar que otros, hermanos de ellos, como los mejicanos, les rechacen haciendo el juego sucio de los poderosos para evitar que lleguen a la meta.

Un sacerdote que camina con su pueblo, un pueblo que camina, como esa marcha de pobre, o mejor dicho, de empobrecidos, hondureños, guatemaltecos, salvadoreños que camina hacia EEUU, esos empobrecidos a quienes nadie quiere acoger, a quiénes Trump amenaza con enviarles el ejército

Cuando estudiaba historia, me preguntaba que cómo fue posible que pueblos cultos, civilizados, como el italiano o el alemán votarán en elecciones democráticas a líderes como Mussolini o Hitler, especialmente este último, hoy, comprendo un poco mejor ese fenómeno, lo veo a mi alrededor, gente de buena voluntad, cansada de la política de siempre, de su corrupción, de la situación del país, manipulada con informaciones falsas sobre las migraciones y los inmigrantes, creen que la solución puede ser un partido como VOX, que usa eslóganes sencillos, simples, pero imposibles de cumplir, y se presentan como el guerrero del antifaz, salvadores de la patria,… Lo que ahora me cuesta entender es cómo alguien que haya leído los Evangelios, crea en el mensaje de Jesús, rece todos los días el Padre Nuestro, sea capaz de votar una opción que apuesta por la mano dura, el cierre de fronteras y de corazón, frente a los hermanos necesitados, que suplican nuestra ayuda y que cuando vienen son los que nos ayudan en la atención a nuestros mayores, en el cultivo de nuestros campos, en el servicio doméstico, en… Más que nunca me siento llamado como parte de ese pueblo a ofrecer sacrificios por mis pecados, mis pecados de silencio, cobardía, tolerancia con los intolerantes, falta de compromiso, y por los pecados del pueblo del que he salido, capaz de cerrar ojos y corazón frente al drama de tantos hermanos.

La caravana sigue su marcha, pero ya hay 3 muertos (AFP). Tomada de www.clarin.com

Por último, y aunque esta vez soy consciente de haberme alargado demasiado, permitirme también explayarme en el comentario al Evangelio. Marcos nos presenta a Bartimeo, un ciego, que es imagen de todo excluido, no está en la ciudad, está en el camino, tirado en la cuneta, a las afueras, es ciego, es pobre, se dedica a la mendicidad, es la imagen de tantos excluidos que dejamos afuera, fuera de la sociedad y de la ciudad, pero él, como tantos excluidos quiere entrar en la ciudad, como los que he mencionado que marchan hacia los EEUU, o tantos africanos que quieren, necesitan, desean llegar a Europa, quieren vivir como viven los ricos, tener lo necesario, tener incluso de más. Jesús con los suyos sale de la ciudad, Jesús no era un excluido, era descendiente de David, del Rey, si Jesús hubiese sido un excluido no lo habrían matado, pues no le habrían hecho caso, lo habrían ignorado, ninguneado, pero era descendiente de David, tal y como lo llama a gritos Bartimeo cuando sabe que pasa cerca. Y, esto es lo que da rabia a los poderosos, que uno de ellos se acerque a un excluido, lo mande llamar cerca de él, en vez de ignorarlo, como pretendían algunos de los que estaban acompañando a Jesús, como muchos creyentes quisieran hacer con los que sufren hoy en día, con los sin techo, los sin papeles, los sin trabajo, los sin…, ignorarlos, darles algo para que se callen, porque temen que si Jesús les oye, les llame, los coloque quizás más cerca de él de lo que están ellos, tal y como hace Jesús, y Jesús le devuelve a Bartimeo la dignidad, lo trata como a un igual, le pregunta qué puedo hacer por ti, y ante la respuesta, Jesús le devuelve la vista. Sano, Bartimeo ya no es un ciego, ya podría entrar en la ciudad, podría integrarse en la sociedad, ser parte de los no excluidos, pero,.., decide seguir a Jesús, seguirle por los caminos, porque ha recobrado la vista, ahora ve, y ve de verdad, la solución al mundo no está en conseguir entrar en la parte de los que viven bien y seguir dejando a miles, a millones, en la periferia, en la cuneta, sino en cambiar el mundo, como propone Jesús. A raíz de esto, pensaba con un amigo peruano, que hay que tener valor y estar pasándolo mal para salir de tu tierra, con lo poco o nada que te queda, para ir a un sitio que no te quieren, para hacerte matar por el camino,…, ¿no sería mejor que todo el mundo le diese la espalda a la ciudad, a los EEUU, a los poderosos, que no compraran sus productos, no usaran su moneda, no mendigaran sus subsidios y ayudas? A lo mejor se volvería al tiempo de las cavernas, pero en ese tiempo, un campesino, un pescador, alguien acostumbrado a una sola comida al día, creo que sobreviviría  por encima de un bróker, un funcionario, un cura, un ejecutivo…

No lo sé, pero tengo la sensación a veces de ser un ciego, en un mundo de ciegos, aunque no estoy en el camino, sino en la ciudad, pero, como Jesús también entró en las ciudades, hoy tengo ganas de gritarle: “Señor, hijo de David, quiero ver, quiero que los míos también vean.” Y, luego, la fuerza, la valentía de no quedarme en la ciudad, sino ir con Jesús al camino, afuera, a estar entre los excluidos.