Domingo 22 septiembre 2019 (XXV Tiempo Ordinario) / Amós 8, 4-7; Salmo 112; 1ª Timoteo 2, 1-8; Lucas 16, 1-13.

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Por JOSÉ LUIS BLEDA / Tras las parábolas de la Misericordia que escuchábamos el pasado domingo, en este se nos habla de fidelidad y de honestidad y honradez. Algo que se supone que todos tenemos… Fidelidad ¿para con quién?  Honestidad, honradez, ¿en qué? ¿Cómo?

La primera pregunta nos la responde el Evangelio y el salmo. La fidelidad con el Señor y con el pobre, con el Señor por ser nuestro Dios, por amor a quién entregando su vida nos ha salvado, y con el pobre, porque son ellos a los que Dios ama, a quiénes Dios nos pone cerca para que podamos en ellos agradecer y devolver lo que Él ha hecho en nosotros, lo que a la vez, nos permite ser como Dios, actuar como el Señor que levanta al desvalido del polvo, alza de la basura al pobre.

El Evangelio nos muestra en el administrador astuto el ejemplo de fidelidad que Dios pide a los suyos. Fidelidad no al dinero, ni a los bienes, ni a las cosas, sino a las personas… El administrador ha sido acusado por el uso del dinero, por el dinero va a ser despedido… ¿de qué le sirve haber administrado bien si luego le acusan y piden cuentas? ¿de qué nos sirve haber realizado buenas gestiones, que han garantizado dinero a otros, y a nosotros nos han dejado como estábamos y hemos dejado a otros en la calle? Jesús alaba a quién con la gestión del dinero, de un dinero que no es suyo, ayuda y alivia las deudas de otros… Esos mismos, que han sido ayudados son los que el día de mañana, cuando hayamos fracasado o lo hayamos perdido todo, nos podrán ayudar. Sólo se puede entender bien esta parábola teniendo en cuenta la advertencia de Jesús a los suyos: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Si conservar y aumentar el patrimonio, los bienes, y el dinero de la cuenta de la parroquia, es más importante que la atención a los necesitados, la formación de las personas de la comunidad, el alivio de los que sufren y no llegan a final de mes, la ayuda a otras comunidades cristianas con menos recursos, estaremos haciendo bien las cosas de cara a la Administración, pero ¿estamos siendo fieles a la Misión que Dios nos ha dado? ¿Qué nos ha confiado Dios, los pobres o un edificio y una cuenta bancaria? ¿Qué tenemos que presentar al Padre al fin de nuestra gestión: lo que hemos ahorrado, o las personas con las que hemos compartido vida, precariedad, alegría…? ¿Qué estamos haciendo? ¿A quién somos fieles? ¿A quién servimos?

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Lo otro, la honestidad o la honradez, va unida, en la segunda lectura, a la petición de Pablo de orar por los gobernantes y los poderosos, por quienes también entrego su vida Jesús. ¡Qué fácil criticar a los gobernantes! ¡Qué fácil buscar culpables fuera! pero eso ¿es honesto? ¿He hecho yo todo lo que he podido y debía hacer para poder reprochar a políticos y gobernantes que no hacen lo que deben? Nos quejamos de la corrupción, pero al mismo tiempo, buscamos a un conocido en tal o cuál sitio para que agilice mis papeles, me facilite tal gestión, me libere de tal trámite o de hacer cola,…, entre el clero, nos ponemos el clerygman para que no nos pare el policía, nos den paso antes, nos cedan el sitio,… Usamos lo que hemos hecho por Dios, nuestro puesto en la Iglesia, para que luego se nos den preferencias y prebendas,…, y luego nos quejamos de la corrupción, quizás no tanto por ella misma, sino porque no hemos conseguido lo que queríamos y otro si lo ha conseguido…, ¿es esto honesto? Pablo nos recuerda que, como creyentes, primero debemos llevar una vida intachable, y luego, en segundo lugar, orar por los demás, por quiénes no la llevan, por los que dirigen la sociedad, todo antes de criticarlos.

Y, para el final, he dejado la profecía de Amós, la que denuncia al pueblo de Dios que se aprovecha del pobre. Por desgracia he podido ser testigo de que esto sucede hoy en día, cerca de nosotros, gente que tiene “derecho” a primera fila, y que la casa en ruina de su abuelo en el pueblo, la alquila a inmigrantes, eso sin, sin declararlo a Hacienda, sin darles opción a que puedan empadronarse,…, y luego, en el círculo del bar o del casino es el primero en señalar a los inmigrantes como un problema social; o, quién tras tenerlos, sin contrato, trabajando una semana en el campo, recogiendo su cosecha, a 4€ la hora, cuando llega el momento de pagar, lo hace con billetes falsos o papeles fotocopiados de billetes, y cuando fui a reclamar, se escandaliza de que el cura y las caritas defiendan a esos negros…, eso sí, el Jueves Santo, se pondrá el traje, la medalla de la Cofradía e irá a alardear de catolicidad ante el monumento. Pues recordemos el juramento de Dios: “No olvidaré jamás ninguna de tus acciones”.

Que Él nos ayude a ser fieles, honestos y honrados y no a hablar y juzgar a los demás sobre fidelidad, honestidad y honradez.