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Por JUAN GARCÍA CASELLES / Empecemos por el principio. Esto es capitalismo y de él se derivan la inmensa mayoría de las injusticias que sufren los más desfavorecidos de nuestra sociedad y que, sin más ni más, suelen atribuirse a los políticos (“Piove, porco governo” (llueve, mierda de gobierno), que decía el viejo chiste italiano). El PSOE, como todas las socialdemocracias, no se opone al capitalismo, sino que lo acepta, lo justifica y lo protege y, al mismo tiempo, pretende evitar y hacer desaparecer sus aspectos más bestiales, casi siempre sin poder conseguirlo, como era de esperar. Mucho más que un simple poli bueno. O sea, que no se pueden pedir peras al olmo ni políticas anticapitalistas al PSOE.

Vayamos con Unidas Podemos. De sus manifestaciones no se puede deducir de ninguna de las maneras que sea un partido revolucionario y sus diferencias con el PSOE son escasas. Su mayor aportación, lo de la ciudadanía, olvidándose del proletariado, los marginados, el pueblo y cosas así. Su mayor diferencia está en la estrategia, porque los podemitas, siguiendo la vieja estela del anarquismo y de muchos aparentes marxistas, creen a pies juntillas que desde el Gobierno se pueden cambiar las sociedades como si el capitalismo fuera un inocente monaguillo.

Por eso no se han enterado de que el desencuentro de Pedro y Pablo, recibido por los empresarios con jolgorio y regocijo, ha sido pilotado, potenciado y dirigido por el capitalismo encarnado esta vez en los medios de comunicación, que han hecho todo lo posible y lo imposible por agudizar las existentes contradicciones entre uno y otro (a los que su desmedido orgullo propio de Don Rodrigo en la horca, no les ha ayudado nada), amén de algún que otro toquecilllo de los poderes fácticos a Pedro, bien directamente, bien a través de alguno de sus orondos barones. Alguien sugirió a Pedro lo de la exclusión de Pablo, sin darse cuenta de que eso imposibilitaba cualquier tipo de acuerdo, porque no parece que el Sr. Iglesias sea de los que se olvidan de las ofensas recibidas.

Por otro lado, un acuerdo de gobierno de coalición llevaría consigo el inmediato éxito de la investidura, pero ¿duraría más allá del intento de aprobación del presupuesto? La ingobernabilidad no surge de la especiosa razón del doble gobierno, sino de la imposibilidad de obtener apoyos de la derecha por la presencia de podemos o de la izquierda nacionalista.

¿Significa esto que solo puede “salvarse” lo que está fuera del sistema? Pues no, como es evidente si no se está ciego. Si los de podemos se acercaran tanto como en la teoría parece a lo de mejorar la vida de la gente, no se andarían con historias y le hubieran dicho a todo, o casi todo, que sí al PSOE a cambio de medidas estructurales que paliaran las innumerables desgracias de ser pobre, eso sí, sin enfadar al todopoderoso capital, que hay que ver la bronca que le montan a Sánchez desde The Economist. Diputados suficientes tiene Unidas podemos como para exigir el cumplimiento de lo pactado, pero nunca lo han pretendido. Solo admiten gobierno de coalición como si fuera la panacea universal, pero olvidan de que antes de que el hambriento aprenda a pescar con la caña que le dimos, sería conveniente suministrarle algún pez para mantenerle vivo.

Esperemos que los interesados entiendan la lección, aunque lo dudo. Si el PSOE quiere gobernar, o lo hace con lo que quede de ciudadanos, o volvemos a las mismas, lo que hará que le ceda algunas carteras a los de podemos y que Dios reparta suerte en los meses venideros. Y si no lloraremos otros cuatro años bajo la férula de la triderecha. Eso si no triunfa la operación en marcha, la voladura de podemos por un kamikaze llamado Errejón, que, en el mejor de los casos, no hará más que fraccionar a la izquierda a mayor gloria de la derecha capitalista.

Que el Señor nos pille confesados.