Por JUAN GARCÍA CASELLES | Es verdad que algunos se lo tomaron tan en serio que pensaron que puestos a dominar era mucho mejor dominar el cielo y buscaron los procedimientos para poner a su servicio las fuerzas celestiales (que eso es lo que pretenden, por lo general, todas las religiones) de manera que el dios o los dioses o los espíritus o como quieran llamarlos o llamarlo se vieran o se viera  obligado a servirles sin discusión, como lo del cura aquel literario de “dios se jode y baja”, o como los nueve primeros viernes, o cosas así que abundan en todas las religiones, recetas más o menos probadas para controlar las fuerzas incontrolables, el futuro y la salvación o solo para que me toque el gordo.

Quedémonos en la tierra. Eso de dominad la tierra se lo tomaron muy en serio los liberales (burgueses) que, a través de la ciencia, creyeron posible el progreso indefinido y la solución a todos los males, mientras que Dios, en el caso de que existiese, deberá limitarse a contemplar como los humanos acababan su obra que él había dejado tan mal acabada, que hay que ver que chapucero debe ser para hacer un mundo que funciona tan mal.

Puestos así, los capitalistas emprendieron la conquista del mundo entero y aunque eso conllevaba numerosos males para los pobres y todos los no capitalistas, y un aprovechamiento despiadado de todos los recursos de la Tierra, prometieron y juraron y certificaron las élites académicas y científicas que eso el precio que necesariamente había que pagar por la construcción del paraíso en este mendo que aparecería cuando todos los países hubieran alcanzado el nivel de desarrollo adecuado, siendo el desarrollo algo así como el ángel liberador del nuevo apocalipsis.

Pero hete aquí que no sabemos si el cielo lo han conquistado y lo tienen secuestrado en alguna preciosa playa de Oceanía, pero lo que es la Tierra es claro que ha decidido rebelarse contra profetas tan egoístas y desde el coronavirus hasta las danas, además del cambio climático (huracanes, olas gigantes, incendios inmensos, desertificación, sequías)  todo se revuelto contra la sobreexplotación de la naturaleza y no se va a solucionar a fuerza de guasaps o realidades virtuales ni obedeciendo al Trump ni negándole el pan y la sal a tantas personas que siguen sin desarrollarse, porque, claro, no aprenden a ser competitivos.

Eso sí, los mortales ruegan a los políticos que arreglen las cosas, lo que es poco más o menos como adorar a un ídolo que has hecho tú mismo. Los políticos prometen, que es lo suyo y no cumplen (a veces sí) y la cosa se complica, porque los ricos siguen sobreexplotando a las personas y a la Tierra y esto tiene muy mala pinta para ellos y, de paso, para todos nosotros que nos hemos beneficiado de las migajas del capital y hemos tolerado todos sus desafueros.

En conclusión, a Gea se le han hinchado los morros y ya veremos cómo acaba la cosa.