Domingo 26 abril 2020 (III Pascua) | Hechos 2, 14.22-33; Salmo 15; 1ª Pedro 1, 17-21; Lucas 24, 13 -35.

Por JOSÉ LUIS BLEDA | Último domingo de abril, este año, tercer domingo de Pascua, y al caer el 26, coincide con el 22 aniversario del martirio de Monseñor Gerardi, en Guatemala, y como todos los terceros domingos de Pascua, hoy, se nos invita a escuchar y meditar el relato de los discípulos de Emaús del Evangelio de Lucas, algo que sucedió en la tarde del día de la Resurrección, y que también puede leerse el domingo de Pascua, en la  celebración de la Eucaristía de la tarde. Un relato muy conocido y comentado, muy enriquecedor, y que nos muestra dónde podemos hoy y ahora encontrar a Jesús Resucitado, a pesar de nuestras huidas y nuestros miedos.

Los tiempos de crisis son tiempos de miedo, de huida, de encerrarse o confinarse, de pensar en uno, y, lamentablemente, a veces de manera egoísta buscar la salvación de uno y de los cercanos, excluyendo y rechazando en ocasiones a los otros, pero siempre por nuestro bien; lo estamos viendo, en nuestras sociedades, en España se aplaude a médicos, sanitarios, personal de supermercados, etc…, pero no faltan comunidades de vecinos que anónimamente piden al médico, al enfermero,…, que no vayan a su casa, se busquen otro alojamiento,…; en Honduras, ante el miedo a contagiarse se intenta aislar, cerrando calles, colonias o confinando a los presuntos contagiados en determinados lugares, un miedo irracional e ilógico, que nos hace olvidarnos de que el otro, el contagiado, es hermano nuestro, es como nosotros, nos necesita, y el virus, una vez que ya se ha manifestado lo llevaba 14 días contagiando; si, que hay que aislarse tanto para no contagiarse como para no contagiar a nadie, pero no podemos rechazar, excluir, condenar, dejar al otro sin posibilidades de vida…

Los tiempos de la Resurrección, para los apóstoles y los primeros cristianos eran tiempos de crisis, de miedo, de buscar sitios seguros,…, no por un virus, pero sí que su vida corría peligro, si habían matado a Jesús podían matarlos a ellos. Los discípulos de Emaús buscaban la seguridad fuera, yéndose a otro lugar, a la casa de campo, los apóstoles encerrándose juntos en casa,…; esa situación de temor, de miedo, los mantenía en silencio, o discutiendo, como los de Emaús, tan absortos en su discusión que no son capaces de reconocer a Jesús en aquél que camina con ellos; los otros, el miedo les impide dar testimonio de lo que han visto, de lo que han oído y tocado, ya habían experimentado al Resucitado, pero seguían encerrados y con miedo,…

Hoy podemos reconocer a Jesús, pero para ello hemos de dejar nuestros chismes, bulos, fake… de lado, y construir mentalmente y por escrito nuestro relato

Permitirme que me centre en el Evangelio y como ya he hecho en otras ocasiones que acuda a la explicación que el P. Gregorio Iriarte daba del mismo. Él tenía claro que los discípulos de Emaús eran un matrimonio: Cleofás y su mujer, María la de Cleofás. El primero, con miedo, y sin creer a las mujeres lo que contaban del sepulcro vacío decide huir a su casa de Emaús, la segunda, como fiel esposa, acompaña a su marido, pero va discutiendo con él, porque ella pensaba que lo mejor era quedarse en Jerusalén y sabía que Jesús había resucitado…. La discusión como las que hoy día veo por los medios, sobre todo de España: que si el gobierno miente, que si Casado y Abascal mienten…, y si mienten todos, y mientan o no mientan ¿en qué cambia nuestra situación? ¿Nuestra responsabilidad no es hacer caso de lo que digan las autoridades médicas, y luego, construir el mundo de otra manera para que no vuelva a pasar? ¿De qué nos sirve ahora tanto escribir y compartir en las redes…, como si eso fuera a cambiar mi vida y mi mundo? Luego, cuando nos dejen salir, todos al coche, a la playa o al monte,…, a seguir como si no hubiera pasado nada, ah, y el contrario, al que no queremos y nunca querremos, seguirá mintiendo.

Jesús, al acercarse a ellos, al hacerse el ignorante, les hace ver la realidad, que dejen de discutir, que se centren en contar lo que es para ellos lo que han vivido y lo que están viviendo, luego, les hace ver como eso que ellos han vivido estaba ya en las Escrituras (es como la Revisión de Vida de la Acción Católica: Ver, Juzgar y Actuar), de tal modo que cuando llegan a Emaús, ellos se dan cuenta que el otro necesita un lugar donde pasar la noche, necesita cenar, y entonces comparten su casa, su techo y su mesa, y es en ese acoger y compartir, fruto del haber escuchado, cuando se les abren los ojos y reconocen a Jesús, y, ya no hay miedo, de noche, sin esperar al amanecer vuelven a Jerusalén con el resto de la comunidad….

¿Cómo vivo, cómo siento, cómo rezo lo que me está pasando, lo que pasa a mi familia, a mi mundo? ¿Qué dice la Escritura sobre lo que vivo?

Hoy podemos reconocer a Jesús, pero para ellos hemos de dejar nuestros chismes, bulos, fake… de lado, y construir mentalmente y por escrito nuestro relato. ¿Cómo vivo, cómo siento, cómo rezo lo que me está pasando, lo que pasa a mi familia, a mi mundo? ¿Qué dice la Escritura sobre lo que vivo? ¿Qué debería hacer, qué me pide Dios que haga? El miedo seguirá… Lucas es el mismo autor de los Hechos de los Apóstoles, y en su segundo libro, los apóstoles, a pesar ya de las evidencias de la Resurrección seguían con miedo, incluso me atrevería a afirmar que tras Pentecostés siguieron con miedo, pero el miedo ya no les paralizaba, no les impedía salir junto a Pedro, dar la cara, tomar la palabra, y compartir con todos lo que habían realizado en su revisión de vida. La primera lectura nos muestra una parte de como Pedro asume y resume lo que para él ha sido el paso de Jesús por su vida, y así, da testimonio de él, se muestra libre, pues es ejemplo de lo que se nos dice en la segunda lectura: ha sido liberado de la vida estéril que llevaba por la sangre de Cristo… Nosotros también podemos liberarnos de la esterilidad de tanto comentario vano que no lleva a nada, pero para ello, hemos de superar ira, rabia, miedo, y lanzarnos junto con los hermanos (Pedro no está solo) a proponer la construcción de un mundo nuevo, a proponer la conversión, el perdón, la reconciliación, el amor…

No sé si me he explicado o lo he liado más, pero ojalá que de esta salgamos todos como Pedro y los apóstoles, capaces de construir el mundo de otra manera, de otro modo, sin miedo, sin rencor, sin odio, sin insultos… con amor, un amor que incluye al otro, y que lo invita a participar en la reconstrucción del mundo con amor, y eso, siendo conscientes que nos jugamos la vida, como se la jugó Jesús, el mismo Pedro, monseñor Juan Gerardi y tantos otros…, pero la vida se nos ha dado para gastarla, gastarla en favor de los demás…., así nunca se pierde.