La Delegación de Pastoral Obrera de la Diócesis de Cartagena recuerda este año a los sectores más vulnerables del mundo del trabajo que luchan contra los efectos del coronavirus y quienes trabajan en los servicios esenciales

Por REDACCIÓN | En un primer lugar, nos queremos unir y rezar por los han muerto como consecuencia del Coronavirus y sus familiares, que no han podido despedirse desde el acompañamiento y la cercanía de los amigos. A la muerte se le ha unido la soledad. Pedimos a Dios Padre que los acoja en su seno y reconforte a sus seres queridos.

     De nuevo llegó abril y, como cada año, el 28 de este mes volvemos a decir que, para toda la iglesia, la dignidad de la persona, la salud y la vida tienen que tener prioridad en el trabajo. En esta fecha tan especial en defensa de los valores cristianos en el terreno laboral, como nos señala la Doctrina Social de la Iglesia, debemos tener presente a todos los trabajadores y trabajadoras que han muerto o padecido problemas de salud y siguen haciéndolo en cualquier parte del mundo como consecuencia de no aplicar medidas preventivas.

En nuestra Región de Murcia, el número total de accidentes laborales durante el año 2019 han sido 46.788, de los cuales sin baja fueron 26.613 y con baja 20.175;  28 personas murieron en accidentes laborales. Como podemos apreciar año tras año, no somos capaces de reducir estos accidentes laborales. Desde aquí, queremos pedir por todas estas personas y sus familias para que encuentren consuelo, esperanza y justicia. La Ley de Prevención de Riesgos Laborales, el progreso técnico y todos los avances de la humanidad no consiguen disminuir el gran sufrimiento de las personas en el terreno laboral, por falta de voluntad política, por primar la idolatría del dinero sobre la dignidad humana.

¿ESTAMOS PREPARADOS PARA DEFENDER LA VIDA?

Estamos viviendo días muy duros y trágicos ante este brote de enfermedad mundial, el Coronavirus, que está llevando a tantas personas a la enfermedad y a la muerte. Todos los países se han visto desbordados por falta de material sanitario para hacer frente a la magnitud del problema, dando lugar a no poder atender en condiciones a todas las personas enfermas. Por ello, el índice de mortalidad está siendo superior. De la misma forma, personal sanitario se ha infectado atendiendo a los enfermos por no tener los medios de protección suficientes y eso, los ha llevado a enfermar y a algunos a la muerte. Está claro que no somos previsores de los grandes peligros que acechan a la humanidad  y al conjunto de la naturaleza. A esto se le ha unido la falta de respiradores en las UCI. ¡Dolorosísimo! La falta de protección también se ha dado en todos los sectores productivos, en supermercados, en transportistas, en limpiadores, en la agricultura…Queremos subrayar la situación de los asentamientos de inmigrantes, que se encuentran prácticamente abandonados a su suerte, sin protección en el trabajo, en chabolas sin agua corriente.

Tenemos que despertar para  conocer los peligros que tenemos y organizarnos para exigirles a nuestros gobiernos que sean capaces de  mantener los medios necesarios para defender la salud y la vida.  Necesitamos que todo el Pueblo de Dios sea valiente y profético, que esté a la altura de los  tiempos que vivimos y sepa situarse ante los grandes problemas que tiene la humanidad, defendiendo la verdad y el amor, como hizo Jesús de Nazaret, que nos da a entender hoy a través de su Espíritu.

LA CULTURA DEL EVANGELIO EN EL TRABAJO

Es una necesidad del pueblo, amante de la vida y el trabajo, saber vivir los valores del Evangelio frente la idolatría del materialismo competitivo, que busca la rentabilidad económica, dejando por las cunetas todo aquello que no le interesa para conseguir sus objetivos. El Espíritu de Dios es Espíritu de vida y amor, un espíritu que tenemos que hacer presente los creyentes con nuestro continuo trabajo en los hospitales, en las fábricas, en los campos, en las residencias de mayores, en nuestras familias… En definitiva, en todos los ámbitos de la sociedad.

LA LUCHA CONTRA LA INDIFERENCIA

Somos humanos y nada humano nos tiene que ser ajeno. El Papa Francisco nos dice que uno de los grandes males de nuestro mundo es la “globalización de la indiferencia”, por eso, necesitamos una forma de actuar basada en una convicción: cualquier persona y en cualquier parte del mundo es lo primero y más importante. Y, dada nuestra fragilidad humana tenemos que tener una mentalidad preventiva, poniendo el acento siempre en los más débiles, mayores, enfermos, trabajadores que viven en la miseria por no tener trabajo o tener un trabajo precario e inseguro, emigrantes y refugiados que van por todo el mundo en condiciones inhumanas huyendo de la miseria y de la muerte…Los acontecimientos que vivimos en el mundo nos tienen que situar en los auténticos valores de la vida, como nos indica la Iglesia.