Domingo 24 de mayo 2020 | Hechos 1, 1-11; Salmo 46; Efesios 1, 17-23; Mateo 28, 16-20

Por JOSÉ LUIS BLEDA |Con la celebración de la Ascensión este domingo en casi todos los lugares, en Nicaragua se sigue celebrando el jueves anterior, ya sólo nos queda Pentecostés para finalizar el tiempo pascual. Este año, esta celebración pascual, con lo que implica de alegría, esperanza, se une a un contexto en España de esperanza en ir saliendo, aunque todavía no hay nada claro, y, un ejemplo de esto lo he vivido el pasado jueves, día en que antiguamente se celebraba la Ascensión, y en el que mi amiga Antonia ha subido a la casa del Padre, tras haber luchado contra el coronavirus y parecer que podría vencerlo… Lo cual también nos hace presente la nota de tristeza, de soledad, de desamparo que nos puede dejar la ida del Señor, el ver que un amigo se va, perder físicamente a alguien que nos ama y que nos da tanto…

Esperanza, alegría, llamada a la acción, por un lado; fracaso, tristeza, impotencia, soledad, por otro… Y, yo, nosotros, cada uno de nosotros, en medio, como testigos, viviendo estas circunstancias, y recibiendo una llamada para optar, para elegir en medio de ellas… Como les pasó a los apóstoles.

José Luis Bleda, durante la Peregrinación a Tierra Santa, en diciembre de 2019.

En la primera lectura, el relato de la Ascensión según Lucas, con lo que se inician los Hechos de los apóstoles, los hombres vestidos de blanco increpan a los apóstoles: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo?…” Les llama galileos, no sólo porque lo sean, sino como referencia al origen de todo, pues todo comenzó en Galilea, fue en Galilea donde Jesús empezó a predicar la nueva doctrina, la Buena Nueva, un mensaje de esperanza, dónde se convirtió en un maestro que enseñaba con autoridad, que se acercaba y tocaba a leprosos, ciegos, tullidos, rechazados y excluidos, donde se preocupó por el hambre de quiénes le escuchaban y acudían a él, dónde fue enseñando a sus apóstoles a seguirle,… Ahora, les toca a ellos hacer lo mismo, hoy, me toca a mí, y ¿qué es hacer lo mismo? Esta lectura lo deja claro, no es quedarte con los brazos cruzados, reducir el seguimiento de Jesús a lo meramente espiritual, a la oración y contemplación, sin compromiso social ni real. Hacer lo mismo no es quemarnos intentando solucionarlo todo, como si no lo hubiese solucionado ya Jesucristo, es salir al encuentro del otro, del marginado, del rechazado, del leproso, tocarlo, relacionarse con él sin miedo,…. Al leer este último párrafo no he podido dejar de tener un pensamiento: ¿cuántos de los católicos practicantes, han visto con temor que su vecino dependiente, médico, enfermero, salía todos los días al trabajo, y luego regresaba, y han pensado que sería mejor que se fuera a un hotel, que no volviera a su casa? ¿no es eso una manera de quedarse parado, mirando al cielo, de reducir el seguimiento de Cristo a unos rezos, pero sin consecuencias sociales? ¿no sería mejor ofrecerse para ayudarle con sus labores domésticas, atender necesidades que por tener que trabajar tienen que dejar de lado y que a lo mejor podríamos resolvérselas? También he pensado en esos que se consideran católicos porque rechazan el aborto, pero que ven al inmigrante, y sobre todo al ilegal, como un peligro, un problema, alguien con quién acabar,…. Esa es otra manera de quedarse mirando al cielo… ¡Hay tantas! ¿Cuántos no están sufriendo porque no han podido comulgar, o porque tendrán que comulgar en la mano? Pienso yo, ¿si el culto a la Eucaristía no comienza a desarrollarse hasta bien entrado el siglo XIII, no será tan importante ni algo que identifique al cristiano como otro que es común desde el primer momento de la historia de los cristianos? Por ejemplo, la salida al encuentro del necesitado y la caridad, eso sí fue señal de ser cristiano desde el principio….

Peregrinación a Tierra Santa, en diciembre de 2019.

Podría seguir escribiendo largo sobre esto, pero prefiero unirme a Pablo en su oración que nos presenta la carta a los Efesios, oración en la que pide a Dios que nos ilumine, oración muy apropiada para este tiempo, esta semana entre la Ascensión y Pentecostés, pues es el Espíritu quién nos puede iluminar, quién puede abrir los ojos de nuestros corazones, para que comprendamos cuál es nuestra esperanza, una esperanza que supera la muerte, el fracaso, la derrota, el pecado, el mal, la frustración, una esperanza que nos lleva siempre más allá, más adentro, a ir siempre superando, porque todo puede superarse en Cristo; la herencia que nos espera, lo que Dios nos da y  va a dar, lo que Él ha dado ya a Antonia y a tantos otros, lo que me dará plenamente cuando llegue a Él, lo que ya me está dando aquí,…, que bonito, también lo he vivido este jueves, salir con las medidas adecuadas a llevar alimentos, y en el control que te llamen “padre” (eso que a mí personalmente no me gusta) y te pidan bendición porque es su cumpleaños, porque tienen que estar trabajando, controlando, desinfectando con cloro a quiénes llegan de fuera,… Que hermosas las historias de amor, las pequeñas y las grandes, y saber que ese amor no muere, siempre estará ahí, hasta que se manifieste en plenitud, cuando podamos ver al Amor cara a cara….; y, la fuerza del poder, el poder de Dios, el poder que resucitó a Jesús, el poder que también tenemos nosotros aquí y ahora de hacer las mismas obras que Jesús, de atrevernos a acercarnos al que sufre, al rechazado, de ser buena noticia, motivo de esperanza y de ánimo, y eso, no sólo es algo que podamos hacer o ser, sino que ya lo estamos siendo y haciendo en tantos sitios y de tantas maneras….

Por último, Mateo en el Evangelio nos sitúa en Galilea, y, como ya he indicado, allí es donde empezó todo, y hoy vuelve a comenzar, y donde se me invita a comenzar a caminar, caminar con Jesús, caminar como Jesús, dispuesto a tocar, a ver al necesitado como hermano, a acercarme a él, a vivir con él, compartiendo, buscando, caminando juntos…, como hicimos en la peregrinación a Tierra Santa que viví a principios de diciembre del pasado año, donde pude hacer lo que Jesús pide a sus apóstoles: enseñar, bautizar, saber…. Enseñar, comunicar, compartir lo que uno cree, ha experimentado, ser testigo,… se da testimonio: bautizar, esto lo pone Mateo entre el verbo enseñar: primero dice enseñar bautizándoles, y luego enseñar a cumplir,… el testimonio de Jesús, el compartir la fe, lleva a hacer posible que el otro también quiera participar de esa fe, de esa comunidad, quiera el bautismo, y el bautismo es el inicio de ir aprendiendo cada día a cumplir lo que Dios quiere, lo que nos manda: a vivir en el Amor. Y, por último, saber, sabiendo que Él está con nosotros, nos acompaña, no nos ha dejado, aunque haya subido al cielo, aunque no se le vea físicamente, Él está, sigue actuando a través de su Iglesia, de quiénes no se quedan mirando al cielo y hoy, ahora, hacen las mismas obras que hizo Él.