Domingo 5 de julio de 2020 (XIV Tiempo Ordinario) | Zacarías 9, 9-10; Salmo 144; Romanos 8, 9.11-13; Mateo 11, 25-30

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Por JOSÉ LUIS BLEDA | Ya estamos en julio, y, aquí en Honduras, tras más de tres meses y medio de estado de alarma, con toque de quedas y amenazas de cierre total, todos nos dicen que estamos entrando en la peor fase de la pandemia: se disparan los contagiados, ya casi 20.000, llegamos a los 500 fallecidos, ahora ya hay conocidos que están en el Hospital o guardando cuarentena por el covid-19; vemos a los médicos angustiados porque no ven que se tomen las medidas adecuadas, aunque sean drásticas; y, a la población que ya no puede más: las ayudas se agotaron, no se llega a fin de semana, no hay perspectivas de futuro; así, el pasado martes unos 150 hondureños iniciaron una nueva caravana de migrantes hacia los EEUU, desesperados de la situación en la que viven, y, eso en medio de la pandemia y con las fronteras cerradas. Y la Palabra de Dios nos invita a la alegría y a bendecir a Dios.

Personalmente llevo una semana difícil, de esas que parece que todo sale mal y crees que todo va a ir peor,…, por eso, me viene muy bien escuchar a Zacarías gritarme: “Alégrate…”. Me hace caer en la cuenta que cuando estamos alegres, riendo, de fiesta, a nadie se le ocurre decir “alégrate”; eso se lo decimos al que vemos triste, decaído, serio, preocupado… El profeta se lo dice al pueblo fracasado, derrotado, desterrado: “Alégrate…” Hoy me lo dice a mí, al pueblo hondureño, al preocupado por el covid-19, por el hambre, por el salario, por… Invitación que viene seguida por la invitación a bendecir (decir bien, hablar bien) a Dios, que nos hace el salmo 144, en la que se nos invita a ver la misericordia y clemencia de Dios, a verlo en la creación, en las criaturas, en los demás, en tanta gente buena con tantos gestos de bondad que reflejan la bondad de Dios. Precisamente, en estas circunstancias, en dónde me muevo, a pesar de lo dicho al principio ¿no estoy siendo testigo de tantos gestos de bondad? ¿De tantas personas que sin pensar en ellas primero visitan al enfermo y hacen lo que pueden, compartiendo incluso lo que necesitan con los más necesitados?

Para esto, para vivir esta alegría, para bendecir a Dios, me hace falta, nos hace falta vivir más con y desde el espíritu que con y desde la carne, tal y como se nos escribe en la carta a los romanos. Vivir desde el espíritu que hemos recibido de Dios en el Bautismo, un espíritu que nos ayuda a ser sencillos, pequeños y humildes, a alegrarnos porque el Señor viene en un pollino y no en un caballo, porque Él está entre el pueblo sencillo, no entre los grandes señores,…, porque le podemos entender, comprender sin necesidades de títulos ni de estudios, sino con los hechos de amor, de entrega, de generosidad, como el de quién comparte el pan, la mesa, el techo,… Así, si al empezar, lo hacía, teniendo presente el sufrimiento, los problemas, el mal que me rodea y que padecen tantos, termino como Jesús, dando gracias a Dios por todo lo que estoy viviendo y veo, por la gente sencilla, los abuelos que cuidan de los nietos, los pobres que ayudan a los pobres, los que necesitan que buscan y acuden en ayuda del que necesita más,… Por tantos, que desde su sencillez, y desde lo que son, viven el Evangelio, aunque no lo hayan leído.