Domingo 6 de septiembre de 2020 (XXIII Tiempo ordinario) | Ezequiel 33, 7-9; Salmo 94; Romanos 13, 8-10; Mateo 18, 15-20

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Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Ojalá escuchemos hoy la voz del Señor, no endurezcamos el corazón. En la versión del leccionario mexicano, el salmo nos invita a responder: “Señor, que no seamos sordos a tu voz”. Escuchar, no endurecer el corazón… Dos peticiones que hizo Dios a su pueblo durante el Éxodo por el desierto, dos peticiones que Dios nos hace hoy a los que formamos parte de su pueblo, y la liturgia nos transmite en este primer fin de semana de septiembre, un domingo que culmina, en Honduras, la semana del Migrante y Refugiado, Jornada que en España se celebrará el próximo 27 de septiembre.

Empezamos este mes el martes, con el inicio del Jubileo de la Tierra, orando por la Creación, tomando conciencia ecológica, un jubileo que finalizará el próximo 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís; recordemos que en Honduras tenemos una mártir por la ecología y la Tierra: Berta Cáceres. El viernes 4, el Papa Francisco, nos invitaba a ayunar y orar por el Líbano, continúa la guerra en Siria, siguen los islamistas matando en Somalia, Mozambique, Nigeria, Burkina Fasso, Malí, el Chad…; China reprime a uigures, hongkoneses…; los disturbios continúan en EEUU. Hay tantos gemidos y gritos, tantas miserias y pobrezas, y parece que no se ven, que no se oyen, que no se sienten, que no son…, no son asunto nuestro….

Precisamente en este domingo, la primera lectura y el Evangelio coinciden en indicarnos que el otro es asunto nuestro, que debemos corregir al que se equivoca, que debemos preocuparnos del otro. Y, lo hacemos, en un mundo, que al menos aparentemente es más impotente e indiferente ante el sufrimiento y el mal que sufren los otros. Es una paradoja, cada vez sabemos más, estamos más informados, conocemos lo que pasa en todo el mundo, pero cada vez somos más impotentes e inoperantes ante el sufrimiento del otro. Es como si no escucháramos, y, si escuchamos, como si tuviésemos endurecido el corazón, de tal modo que el hambre, la violencia sufrida, el sufrimiento del otro fuese algo que no va conmigo, que no me atañe, …

Es curioso, en España se padece desde marzo la pandemia de la COVID-19, ahora hay un rebrote fuerte, no hace falta ser muy inteligente para saber que el virus está en España, y, en todo el mundo, sin embargo, hay quienes reaccionan con horror, hasta con pánico, ante la noticia de que se acerca una patera a las costas: nos traen en coronavirus, nos invaden,…, somos incapaces de mirarlos como seres humanos, que huyen de la violencia, del hambre, de la falta de sanidad, de la falta de futuro,…, como si nos fueran a quitar algo que hemos construido nosotros (como mucho nos lo han construido nuestros abuelos…) y a lo que tuviéramos más derechos que ellos; como si el derecho a comer, vestir, tener un techo, un trabajo, vivir en paz, solo fuese para los españoles, los europeos, los católicos,….. No los escuchamos, endurecemos el corazón, nos da igual que se ahoguen, perdón, no nos da igual, preferimos que se ahoguen, aunque eso sí no queremos ver que se ahogan…. Honduras es diferente, es lugar de paso, vienen muchos de África, Haití, Nicaragua hacia Guatemala y los EEUU, también son muchos los hondureños que quieren salir, no lo tienen fácil, también pueden sufrir violencia (aquí la gente se muere muy fácilmente), vejaciones, robos, pero también experimentan la solidaridad y la ayuda que procede del pueblo sencillo, gente como ellos, quién sabe si madres y padres que no saben dónde están sus hijos que salieron hace un año hacia EEUU y no tienen noticias de ellos, y, comparten agua, unas tortitas,…

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Sordos, con el corazón endurecido, porque no amamos… Esa es otra cosa que con dolor leo con frecuencia en los comentarios de Facebook de amigos: odio hacia el contrario, al enemigo, un lenguaje violento y soez, gente que he conocido de paz, de misa diaria algunos, otros comprometidos por la lucha por la justicia y los derechos humanos, y escriben mensajes de muerte, de eliminar, de… ¿No se puede ser republicano sin odiar al Rey? ¿No se puede ser español sin insultar a Pablo Iglesias? ¿Si consideramos a los catalanes y vascos como españoles, insultar a vascos y catalanes no es insultar a españoles? ¿De verdad creemos que encontraremos soluciones desde la descalificación, el insulto, la imposición violenta? Así es imposible que una nación, una sociedad pueda progresar con éxito, pueda afrontar desafíos como la pandemia y la grave crisis económica, problemas que nos afectan a todos y o los afrontamos todos juntos o viviremos con ellos mucho tiempo….

Amar para corregir. El amor es la solución que nos ofrece el apóstol Pablo: “No tengan con nadie otra deuda que la del amor mutuo…”. Si fuese consciente que al otro le debo amor, le debo amar, amar más, otro lenguaje, otra mirada, otra actitud tendríamos hacia el otro, hacia los otros, y, también hacia nosotros mismos, pues ya no estaríamos sordos, escucharíamos la voz del Señor, su mandamiento que siempre es el mismo: Amar. Y, desde el amor, el otro, lo que le sucede, sus fracasos, sus errores, sus triunfos y aciertos, me conciernen, me importan, y si hay error, se corrige con amor, si hay acierto, nos alegramos con amor, y desde ese amor buscamos solución a todo.

Confieso, que releyendo el párrafo anterior me parece algo cursi, también utópico, pero si la solución no está en el amor ¿dónde está? ¿En el odio? ¿En la imposición por la fuerza hacia el otro? ¿No llevamos ya muchos siglos matándonos, pisándonos unos a otros sin alcanzar nada nuevo? ¿Por qué no intentar vivir en el amor, que nuestra única deuda sea la del amor mutuo?