Domingo 8 de noviembre de 2020 (XXXII Tiempo Ordinario) | Sabiduría 6, 12-16; Salmo 62; 1ª Tesalonicenses 4, 13-18; Mateo 25, 1-1

Por JOSÉ LUIS BLEDA FERNÁNDEZ | Tras Todos los Santos y el recuerdo a nuestros difuntos, recuerdo que se alarga durante todo el mes de noviembre, este fin de semana, volvemos al Tiempo Ordinario, un tiempo que se está acabando, como parece que se va acabando todo con el auge de lo que llamamos “segunda ola de la pandemia” en toda Europa y que nos lleva a estar cada vez más cerrados y viendo en el horizonte un nuevo confinamiento total; mientras, de Honduras me llegan noticias del huracán “Eta” que ha dañado Nicaragua y que está también descargando mucha agua en Honduras,… Momentos difíciles, con mucha gente sufriendo, dónde la realidad nos desborda, todo queda como relativo, y, en lo que se hace difícil saber que hacer…

En estos momentos crece en mí el deseo de Dios, tal y como se nos expresa en el salmo 62: “Mi alma está sedienta de ti…”

¡Cómo me gustaría tenerlo todo claro, saber qué hacer en cada momento, qué apoyar, ser útil para quienes sufren…! Aquí la primera lectura me anima a orar más, a buscar, siguiendo las palabras del libro de la Sabiduría, la sabiduría que procede de Dios, meditando, desde el silencio, reflexionando, teniendo presente y llevando al corazón todo lo que se vive, a todas las personas que conozco, … La oración no es en estos casos ni lo único ni lo último que puedo hacer, es lo primero que debo hacer, es lo que me puede dar serenidad, paz, equilibrio, ánimo, para desde mi pequeñez, mi “no ser nada”, vivir en positivo el momento presente y ser motivo de aliento y esperanza…

Lo que si tengo cada día más claro es lo que nos comparte san Pablo en la carta a los Tesalonicenses: no somos mejores que los demás, nuestra suerte es la misma que la de ellos, no les aventajaremos en nada. Está segunda lectura parece muy adecuada para este mes de difuntos, pero, es también un motivo de esperanza y de ánimo para afrontar el presente. Parece que los que han caído, los que han enfermado, los que han muerto de covid-19 o los que han tenido que dejar sus hogares por causa de la inundación tienen peor suerte que yo, pero no es así, no soy mejor que ellos, no soy más afortunado, no estoy libre de vivir lo que ellos han tenido que vivir, simplemente ahora puedo tenderles una mano, hacer lo que pueda desde mi realidad al igual que ellos hicieron con otros o conmigo, y que en otro momento otros harán. Sí, he pasado por momentos y circunstancias difíciles, y siempre ha habido gente, conocidos y no tan conocidos, que han estado ahí, me han tendido una mano, han rezado por mí, y he salido adelante, … Ellos no me aventajan, yo tampoco les aventajo, en cada momento nos apoyamos, nos ayudamos, y vamos hacia la misma meta: el Reino de Dios.

Por último, nos encontramos con está parábola de las 10 vírgenes que esperan al esposo, las sensatas y las necias. La diferencia está en prepararse para la llegada del esposo. Muchas cosas no dependen de mí; muchas circunstancias que debo vivir me toca hacerlo sin haberlo querido ni buscado, pero hay algo que si depende de mí: el prepararme con los medios a mi alcance para lo que pueda venir y lo que tenga que vivir; el mirar más allá del momento presente, y tener la vista puesta en el futuro, en Cristo, sabiendo que llegará, aunque no sepa cuando, entonces puedo tomar el aceite necesario para recargar la lámpara, para no quedarme a oscuras, para tener luz e iluminar…. Que no nos falte la Luz de la Sabiduría de Dios, y que con todo lo que estamos viviendo, no nos olvidemos de esperar y transmitir esperanza con todos los medios a nuestro alcance.