Chelo Gomariz

 

Chelo 'la peseta', durante una asamblea diocesana de la HOAC de Murcia.

Una luchadora en la fábrica y en la calle

Nací en el año 1944 en Molina de Segura. Un pueblo dedicado a la industria de la conserva de frutas y verduras. Empecé a trabajar a los diez años porque éramos ocho de familia y mis padres eran obreros eventuales. Yo iba a la escuela cuando no había trabajo y la maestra no me ponía faltas porque sabía la situación que había en mi casa.

En mi niñez, mi madre, mi abuela, mis tías y mis amigas han sido los testimonios de fe. Mi madre rezaba y yo la acompañaba a la eucaristía y, sobre todo, era testigo de que lo compartía todo. El esfuerzo de ayudar a los vecinos con hijos, los padres que pedían les daba un plato de guisado y ante tanto sufrimiento de pobreza, de muerte de dos hijos en cuatro años, siempre decía: Sea lo que Dios quiera.

Cuando trabajaba en la fábrica veía que jóvenes de la JOC pedían derechos para los trabajadores. Más tarde me incorporé a la JOC y después a la HOAC, movimiento en el que tomé conciencia cristiana y obrera a través de los planes de formación, cristiana, política y de formación permanente, así como de los muchos cursillos y ejercicios en los que he participado.

He trabajado en muchas empresas de envases metálicos para conservas vegetales durante 25 años. He sido testigo de muchas injusticias y explotaciones, de no cotizar a la Seguridad Social, de hacer muchas horas de trabajo y no pagarlas como correspondían. De despidos, de cobrar las prendas de trabajo. De despedir a gente con antigüedad para sustituirla por nueva y no pagar  lo que tocaba.

He formado parte de los comités de empresa durante más de 20 años para defender los derechos de los trabajadores. Por eso y por denunciar en la Inspección de Trabajo me ponían en los peores sitios. He sufrido, lo he pasado mal, pero lo he llevado con amor porque siempre he pensado que lo que hacéis con uno de estos, conmigo lo hacéis. Conseguimos muchas mejoras para los trabajadores. Teníamos mucho cariño entre los compañeros de trabajo.

He vendido cada mes más de 50 ejemplares del “¡Tú!” a mis compañeras, he difundido los comunicados y reflexiones de la HOAC, he afiliado a varios compañeros y compañeras al sindicato. Cuando cobrábamos, nos convidábamos en el bar. Hemos organizado convivencias en el campo y casas de la huerta de compañeras y hemos fomentado actitudes de solidaridad entre los más necesitados.

Hace seis años cerró la empresa en la que trabajaba y hay todavía compañeros que no han cobrado la indemnización. Yo ya estoy retirada. Soy pensionista.

Y ahora, ante el sufrimiento por la muerte de hermanas, padres, o de enfermedades de hijas, de nietos… gracias a Dios he pedido con fe que el Señor me dé fuerzas, porque puedes y lo he llevado con paciencia.